19 jun 2012

Se apagó el incendio.


Normalmente acusó a la curiosidad de mi preferencia por el cigarro.

Si bien nunca me he declarado realmente adicto al mismo, si me he declarado amante del tabaco y de su sabor. Antes más que ahora. No sé cuándo comenzó realmente a gustarme. No sé cuándo pasó de ser un mero vicio recreativo a una actividad realmente realizada por el mero gusto. Pero así como vino, se fue.

Para hoy le calculo que llevo un mes sin fumar. No puedo hacerlo. Una tarde antes de entrar a la oficina una amiga me ofreció un cigarro. Me supo horrible. Pensé que era cosa mía, nomás por ese día pues. Me había equivocado. De ahí en adelante no he podido probar un cigarro sin pensar en que me estoy fumando los pelos del trasero de satanás. De un momento a otro el sabor que siempre le encontré al cigarro, se fue.

Los conocidos me dicen que debería estar agradecido porque mi cuerpo simplemente me avisó que ya era hora de dejarlo. Mi argumento en contra de eso es sencillo: nunca fui adicto, me gustaba pero nunca fui de comprar cajetillas para mi solo, nunca fui de ir a todos lados con el cigarro prendido. Me encantaba fumar únicamente en la comodidad de mi casa sobre todo antes de ponerme a escribir. Todo eso se ha ido, el destino me lo quitó.

Hablando con un poco más de seriedad, si debería encontrar en esta situación el lado amable. Tal vez en algún momento muy avanzado de mi vida, me iba yo a volver tan adicto al cigarro que no me iba a ser posible dejarlo. Pero simplemente al día de hoy no me encuentro en condiciones de decir "que bueno que me pasó esto".

Que no se me malentienda. No estoy enojado, ni triste, nada parecido. Estoy, si se puede decir de ese modo, indignado. Obviamente que si encuentro esto como una solución enviada desde algún lugar más allá del conocimiento, es decir, me quitaron un vicio. Pero también lo puedo comparar con que un día me levantara y ya no me gustara la pizza. ¿Qué carajo? Cómo alguien podría vivir sin pizza. No se puede. Pero en fin, las cosas -siempre he dicho- pasan por algo. Y no, no estamos aquí para encontrar esa razón. 

Se apagó el incendio. En mis pulmones están de fiesta, no se les molestará más. No habrá más humo inhalado desde mi boca. Se apagó el incendio.

Publicado originalmente en Puerto al Olvido. Sujeto a las licencias de The Holy Crown Foundation.

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