17 jun 2010

Max en el fin del Mundo - Capítulo 5


Max en el fin del mundo, es una historia de ficción narrada principalmente en tercera persona, que narra como Max, despertó un día, sin recordar nada a un lado de la carretera. Pronto descubrirá como ya nada es lo mismo y como deberá confiar en personas que jamás ha visto en su vida.


El archivo original en formato de Microsoft Word, puede descargarse desde aquí


-Max en el fin del mundo-

En el capítulo anterior:

Tras llegar al Sacro Imperio Lagunillero Tianguero Pambolero, Alepz pone en marcha el plan de fingir su muerte para partir en búsqueda de Sandra. Max se queda sólo en el Imperio bajo la tutoría de Zael, rey del imperio. Sin embargo un pequeño error por parte de nuestro héroe lo ha condenado: ha olvidado el colguije de quesito en el baño, y Zael, el “amigo” de Sandra lo ha descubierto. Ante la furia, la inseguridad y el descontento de no saber donde se encuentra ella, Zael en su negativa mente supone que ella ha muerto. El dolor le provoca ira, y con ella condena a Max al estadio-coliseo donde será juzgado de acuerdo a la divina ley (la que obliga a todo condenado a tirar 5 penaltis contra el mejor portero del imperio). Max, dentro de su prisión conoce a Feraico (Fer) con quien compartirá las pruebas. Los gladiadores son llamados a la arena, el corazón de Max se llena de valor y enfrenta su destino sin miedo…


Capítulo 5: Duelo de fe
(Primera Parte)

“Solo aquí sin saber que me pasará
Mis amigos hoy me devorarán.
El sol me ciega
Mi carne quema.
En la maleza
no quiero morir.
Dolor intenso
siento en las piernas.
Mis ojos quieren
no debo dormir.
Sobreviví.
Sobreviví.”

Yucatán a Go Go –Sobreviví-

8 de Junio de 2010

Al ojo del astro rey miró. Respiró profundo y percibió el olor a sangre. Gente ha muerto en este lugar. Tal vez el fútbol no es para los débiles después de todo. Pero Max no tenía miedo. Sorpresivamente, le emocionaba pensar en la violencia. De algún modo él estaba habituado al combate, de tal manera que la premisa de una “prueba de fuerza” le alegraba.

-¿¡Hoye migou que vamos a hacer!?

-…em, hay que esperar a que nos den una oportunidad…-

-¿¡Hosea cómo!?

Fer preocupado giraba su cabeza de un lado a otro, nervioso, como si pudiera entender todo con la agitación. Sólo conseguía demostrar al enemigo su miedo. Max en cambio sólo observaba con los ojos. Dentro de aquel estadio, en este desierto, algunas jaulas aguardaban algún tipo de bestia, pero Max no podía deducir cual de las conocidas era.

Y el Rey se puso de pie, tomó su megáfono para hablar con su adorado pueblo y habló así:

-Tres pruebas para los criminales. La primera prueba…será…de fuerza. Para ello hemos preparado… un reto… al nivel de los participantes. Hemos traído cinco bestias con banderas de poder infernal. Cinco animales zombi con rabia e Influenza AHLNL que devorarán todo a su paso. ¡Liberen a los perros!

El rechinar de la reja delató que era momento de pensar con rapidez. Max logró encontrar sobre un muro de la cancha un regalo de los dioses.

-…¡Por ahí! –Gritó Max. Ambos corrieron hacia un bulto en medio del suelo. Había un paquete de armas cuyo contenido era un trapeador con algunas barbitas y la tapa de un tinaco rotoplas, un par de cada uno para cada héroe.

Max rápidamente se puso sus armas, pero Fer, nervioso, tomaba demasiado tiempo para equiparse. Mientras se ponía el escudo las criaturas salieron al sol vitoreadas por el público. Cinco perros. Bravos, fuertes, rabiosos y Zombis. Cada uno de ellos portaba una camiseta de los “grandes equipos de la antigüedad”. (Verán, en aquellos días, antes del caos, el fútbol estaba en su gloria. Estas cinco bestias vestían con camisetas de los equipos más conocidos y respetados, con objeto de intimidar a sus enemigos. Desafortunadamente el efecto de intimidación no funcionaria, Max no recordaba ninguno de esos equipos).

El pastor alemán se caracteriza por ser un perro rápido, así que corrió de inmediato hacia Fer (quien le daba la espalda por completo al intentar ponerse el escudo) Max ya tenía sus armas y cuando vio aquello se interpuso frente al perro. El pastor alemán se mostró indiferente ante el cambio de objetivo, igual atacó con fiereza. Su boca emanaba baba y pus, sus ojos eran blancos y su nariz se caía a pedazos. Max ya no se fijaba en esos detalles pues ya había pasado mucho tiempo apachurrando pus.

Cuando el perro saltó a nuestro héroe, Max se defendió con su tapa rotoplas y lanzó un golpe con su trapeador por debajo del escudo como queriendo frenar al perro por los pies. Pero los Zombi caninos son distintos de su contraparte humana. El pastor alemán con su playera del Chivas del Guadalajara demostró sus grandes reflejos y mordió el extremo del trapeador, sin dolor alguno apretó los dientes hasta romper el palo. Aunque tienen algunas diferencias, tanto perros Zombi como humanos Zombi no piensan mucho… Max ahora tenía una lanza afilada.

Nuestro héroe dio un salto hacia atrás sin dejar de mirar al frente. El perro corrió hacia Max pero aquel levantó su escudo nuevamente y embistió al perro sin dudar ni un segundo. El hijo infernal del “rebaño sagrado” perdió el equilibrio y rodó por el suelo. Max saltó ahora hacia adelante, levantó su arma por encima de la cabeza y en un grito de furia dejó que la lanza terminara por fin con la vida del pobre animal. El estadio gritó de euforia cuando la sangre negra del monstruo testificaba su muerte.

Pero Max había cometido un error. Había usado demasiada fuerza y no había medido los huesos del animal. Su lanza estaba rota y atascada, ahora no tenía arma. Y los enemigos se dirigían hacia él.

En un segundo dos monstruos más estaban al alcance del muchacho. El pequeño chihuahua con playera del Cruz Azul y el gordinflón Bulldog vestido del Club América rugían en descontrol.

El primero y más rápido en correr fue el de la “máquina celeste”, buscaba e intentaba morder las piernas de Max pero éste sólo brincaba alrededor del chihuahua. En realidad, nuestro héroe esperaba el momento oportuno.

Los Zombis no dominan sus acciones. Cuando atacan hacen de todo, pueden estirar las manos, abrir la boca, gritar, correr o sólo caminar.

Cuando el “Águila” Bulldog corrió hacia Max, lo hizo con la boca abierta y dispuesto a morder lo que sea…lo que sea. Max leyó muy bien esa instrucción. Llegado el momento, levantó por la playera al chihuahua, tomo fuerza y lo lanzo directo al hocico del americanista que trituró con sus mandíbulas al pequeño perro zombi. El público volvió a quedar complacido y agradeció en escándalo.

Sólo una persona no estaba impresionada por el talento de Max. Esa persona era Zael que miraba desde su palco real retrepado en el fondo de su sillón y sin sonrisa en su rostro.

-¡Lhisto migou! ya me puse el escu…¡Qué pasó aquí! – Exclama Fer cuando se da la vuelta y contempla un pastor alemán muerto y un bulldog masticando un chihuahua.

-…Fer, ten cuidado, éste es peligroso- Contestó Max sin dejar de mirar los ojos del Bulldog.

Era un duelo. El perro retaba a Max con la mirada. Ambos esperaban el movimiento del contrincante para atacar en respuesta. Pero Fer actuó primero. Gritó y corrió en línea recta balanceando los brazos hacia el Zombi, probablemente sin tener un plan en mente. Max temió por la vida de su compañero pero un golpe lo aturdió derribándolo contra el suelo. Cuando volvió la vista, encontró un temible y fuerte Gran Danés enfundado en temible playera de los Pumas dispuesto a tragarle las tripas.

Mientras tanto, Fer atacaba en golpes aleatorios al Bulldog mientras el perro corría alrededor de él, buscando el punto que le diera acceso a un trozo de carne viva. Irónico, pero los golpes Feraicos (que asemejaban a alguien intentando espantar a un mosquito) lo mantenían a salvo logrando confundir al perro Zombi que no sabía a qué brazo o pierna morder en medio del ajetreo.

Max se puso de píe, el “azul y oro” embistió de nuevo a nuestro héroe y aunque Max se cubrió con su escudo, no logró evitar cruzar el aire y caer sobre su espalda. El Gran Danés no le quitaba los ojos de encima, volvió a correr sobre él y esta vez Max, tras ponerse de nuevo de píe, esquivaba los continuos mordiscos dando pasos hacia un lado, hacia atrás o girando sobre sí (dependiendo de la dirección del ataque) mientras se tapaba con su escudo al mismo tiempo. Así lo hacía y en su mente repasaba lo dicho por el Rey: “hemos traído cinco bestias con banderas de poder infernal. Cinco animales Zombi con rabia e Influenza AHLNL…”

Cinco. ¿Cuántos iban? El pastor alemán, el bulldog, el chihuahua y el gran danés. Faltaba uno. Le era imposible observar con detalle los alrededores mientras el “puma” lanzaba mordidas y zarpadas en rabia y sin pausa, y sin embargo lo que más le preocupaba era no saber nada sobre la quinta bestia.

De pronto el Gran Danés alcanzó el escudo con los dientes y lo agitó con tal vigor que el cuerpo de Max levitaba, hasta que en un movimiento de fuerza bruta Max volvió a volar para después tragar arena del piso. Al incorporarse se encontraba sin escudo. Y así sin armas, la mejor opción fue correr en círculo alrededor de la batalla particular de Fer y el Bulldog.

Así sucedió por unos segundos y mientras corría Max con todas sus fuerzas de pronto (sin querer) pisó la cola del Bulldog. A consecuencia de ello el Perro americanista abrió el hocico de más, dándole a Fer oportunidad perfecta para espetar su trapeador al interior del cuerpo del Zombi hasta el fondo y más allá, resultando en lo que se llama un “empalamiento” (el palo entró por la boca y salió…bueno, por el lado opuesto), de manera que el trapeador se había convertido en una suerte de paleta con un perro Zombi en el extremo del cilindro de madera.

-¡Migou ya lo maté!- Dijo Fer con su despreocupada sonrisa al tiempo que levantaba el trapeador y al perro por encima del suelo.

-¡Grrrrrr¡- Hizo el Bulldog como si hubiese querido decirle a Fer “¡sigo vivo infeliz!”

-¡Hahhhhhhh shigue vivo!-

-…¡Fer no lo sueltes!, ¡Sólo no dejes que se mueva y cuando te de la señal lo avientas a la boca del que me sigue!

Max seguía corriendo en círculos sorpresivamente más rápido que el Gran Danés. “No sabía que podía correr tan rápido” pensó nuestro héroe para sí. Fer sostenía el trapeador y en el otro extremo el Bulldog movía sus patitas como queriendo correr sobre el aire y tratando de cerrar la boca, pero ambas cosas eran imposibles.

La nube de arena que dejaban Max y el perrote al correr no dejaba que los espectadores vieran bien que era lo que sucedía. Zael desde su trono se preguntaba qué era lo que ocurría exactamente. Hizo una seña para que uno de sus guardias policía (el más negro de los dos) se acercara:

-Oye…¿no eran cinco perros?

-Mi rey… no. Eran cuatro perros y un hurón. Antes de que abriéramos la jaula uno de los perros pisó y mató al hurón Zombi…fue el chihuahua.

-Ah ya veo…y dime ¿¡A quién demonios se le ocurrió meter a un maldito hurón!?

-Fue idea suya señor…

-Ah ya veo. Manda a alguien al calabozo.

-Sí señor.

En ese momento, allá abajo en la arena, nuestro muchacho corrió en línea recta hacia Fer.

-¡Ahora!- Dijo mientras se tiraba al suelo y rogaba a todos los dioses que su compañero hiciera bien el trabajo.

Cuando Max se tiró al suelo el Gran Danés abrió su enorme boca y Fer introdujo al pequeño y robusto Bulldog dentro de la garganta del perro gigante, con lo que logró paralizarle la quijada pero no las fuertes piernas, así que fue embestido por el perro “puma”.

Fer cayó a unos cuantos metros. Max se puso de píe y ambos observaban al perrote caminar desorientado y sin rumbo exacto, concentrado en tratar de recuperar su mandíbula.

-…Fer, préstame tu escudo…

-Sih migou-

Cuando Max tuvo el escudo en sus manos lo lanzó en dirección a las piernas del Gran Dánes. Herir, después derribar. Como Alepz le había enseñado. Cuando el perrote estuvo en el suelo, Max corrió al bichote ese, saltó y le cayó con fuerza encima de la cabeza haciendo una bonita obra de arte color chapopote.

La ovación fue sorprendente. Por un segundo Max se sintió bien, después recordó que aun quedaba un enemigo más. Así que se mantuvo a la espera, sin embargo el Rey Zael tomó su megáfono para exclamar:

-ejem… si démosle un fuerte aplauso a los luchadores… si bravo bravo aja…Bueno…¡La siguiente prueba! ¡Un duelo de intelecto!

Un montón de soldados-futbolistas aparecieron en el campo, divididos en 3 grupos. El primer grupo dejó un enorme círculo de alambre del tamaño de una alberca convencional en medio del campo, después conectó un tanque de gas a una manguera que salía del enorme aro y lo encendieron. Un círculo de fuego sobre el suelo, con llamas sorprendentemente altas.

El segundo grupo de soldados depositaron una bicicleta con un asiento en la parte trasera y un extintor cerca de nuestros héroes que miraban extrañados.

El otro grupo llevaba 3 cajas de madera de tamaño considerable. Las dejaron también cerca de nuestros héroes.

-¡Bien, todo está listo! ¡Destapen las cajas!- Gritó Zael mientras señalaba a sus soldados futbolistas.

Así lo hicieron ellos y dejaron salir el contenido de las cajas de madera. De la primera salió un Zombi sin piernas que comenzó a retorcerse por el suelo ayudado por sus manos, afortunadamente lo tenían encadenado por el cuello los soldados. De la segunda caja apareció una bolsa de Cheetos (una comida antigua que florecía del suelo). Y de la tercera salió un chimpancé obeso que claramente no había dormido bien (y que tenía demasiada hambre por la mirada enfermiza que arrojaba sobre la bolsa de frituras).

-¡Nuestro simio traído de las lejanas tierras sureñas del bosque de Tlahuac ha sido alimentado exclusivamente con chatarra! ¡De modo que tiene un apetito frenético por los Cheetos! Y…¡Todos sabemos que los Zombis son indiferentes entre carne humana y carne animal! Muy bien, el reto es el siguiente… Pasar a los 3 individuos, Cheetos, chango y Zombi hasta el otro lado del círculo de fuego… lo malo es que deberán pasarlos uno a uno ya que la bicicleta sólo tiene espacio para un objeto más, y mientras uno de los luchadores usa el extintor para calmar el fuego, el otro deberá conducir la bicicleta a través de las llamas. El problema debe ser obvio ahora… ¡Si dejan al chimpancé solo con los Cheetos… se los comerá! ¡Si dejan al Zombi sólo con el primate… se lo comerá! ¡Jajajajajajajaja!

Al concluir las instrucciones mal explicadas del rey (si no se entendió fue culpa de Zael y no de su humilde narrador) los soldados-futbolistas soltaron las cadenas del Zombi y del chimpancé y salieron corriendo del campo dejando a nuestros héroes a solas. El Zombi salió apresurado a extrema velocidad lenta (sin piernas…) en dirección del chango, mientras el otro corría hipnotizado por el empaque naranja de la botana.

-…¡Fer sostén al simio!

-¡Sih migou!

Max corrió hacia el Zombi y sujetó las cadenas al cuello de éste. Fer corrió al chimpancé y lo cargó. Resultó ser que el chango era el más difícil de sujetar de ambos; se retorcía y agitaba en los brazos de Fer, quien perdía el equilibrio ante los balanceos antinaturales que daba el primate.

-¡Migou!...¡No puedo, se me va a caer!

-…ok Fer, aguanta y confía en mí.

Nuestro héroe soltó al Zombi y corrió con todas sus fuerzas hacia la bicicleta. El Zombi comenzó de nuevo su lenta marcha hacía el chimpancé, dando tiempo a Max de regresar hacia su compañero apresurado en la roja bici.

-¡Sube al chango a la parte de atrás y toma el extintor! ¡Rápido!

Así lo hizo Fer. Con esfuerzo metió al simio dentro de la canasta trasera del vehículo y lo amarró con la cinta que ahí estaba, después corrió hacia el extintor y comenzó la descarga sobre el muro de fuego. Max comenzó a pedalear con prisa para el círculo y sus llamas, en el preciso momento en que llegó ahí Fer apenas había terminado de limpiar el camino. Max cerró los ojos y se adentró al interior del infierno. Se limitó a pedalear en línea recta hasta que se topó con la otra cara del círculo. Se detuvo ahí a esperar que Fer llegase a matar el fuego. No tardó mucho.

Pero, mientras Fer corría con el extintor cubriendo su rostro de las chispas y el humo del fuego, Max tuvo la revelación que necesitaba. El problema era trasladar a los tres objetos (Zombi, Chango y Cheetos) al otro lado del aro de fuego. Uno a la vez. El Zombi quiere comerse al Chango, y el Chango quiere comerse a los Cheetos, de manera que no pueden quedarse solos. Pero ahora, con el chango en el asiento trasero de su bicicleta, el Zombi no sentiría ningún apetito por los Cheetos. Tenía que provocar eso, o sea, que el Zombi siempre se quedara con los Cheetos y nunca con el simio.

Cuando Fer estuvo ahí y calmó las llamas para que pudieran pasar y dejar al primate por fin del otro lado, Max ya había solucionado el problema en su mente…



Mientras tanto… en algún lugar de la ciudad de Tenochtitlan…

-Max en el fin del mundo-

Subcapítulo 5.1: Hermanos hasta el fin

“Brothers of metal
We are fighting with power and steel
Fighting for metal
Metal that's real
Brothers of metal will always be there
Standing together with hands in the air”

Manowar – Brothers of Metal

Sobre un edificio alto y con el viento golpeando su rostro, desde el pequeño monitor instalado en su retina, el agente Green-09 espiaba las acciones de cierto sujeto desaparecido…

-¿Una prueba de fuerza?, ¿Eliminar cinco infectados del virus?... vaya que estos humanos son cosa graciosa ¡JAJAJAJAJAJAJA!

-Señor, le recordamos que estamos en una operación de vigilancia… intrometernos puede causarnos un problema con la familia.

-Cállate ya androide estúpido…probablemente todo esto sea culpa de haber creado a los de tu clase. Yo soy el jefe de la operación, y la familia agradecerá cuando logremos recuperar al agente Rojo-07 y además destruyamos la resistencia donde ahora se encuentra. Así que prepara un ataque masivo y una bomba EMP.

-Sí señor.

El humanoide vestido de traje negro, con lentes oscuros y rostro cuadrado sacó un teléfono celular de su saco y sin mirar apretó un código de teclas no más largo de 8 dígitos.

Ambos esperaban en silencio desde el techo de aquel lugar. El agente Green-09 y su acompañante robótico de traje. En el rango de visión no había mucho que admirar, excepto los límites del llamado Imperio Tianguero Lagunillero Pambolero.

Unos pasos sonaron detrás de ellos. El Cyborg empuñó su brazo derecho amenazadoramente, pero lo relajó al descubrir que los pasos eran de un camarada robot enfundado también en el reglamentario traje oscuro. El agente Green-09, dirigió sus grandes ojos sobre el recién llegado.

-¿Qué pasa Sujeto AN-X?

-Señor. Hemos localizado a “El viajero”. Se dirige peligrosamente a Hogar… parece que todo marcha de acuerdo a las predicciones, hay un 96% de probabilidad de que vaya en busca de la chica.

-¡JAJAJAJAJAJA! ¡Fantástico!. Sólo debemos preparar la trampa y venceremos… Mmm… bueno ahora que lo pienso…será mejor que vayamos ahora mismo para allá. No falta mucho para que este mugrero sea arrazado, y definitivamente necesitaran mi ayuda para destruir al Sujeto AL-Z… Bueno…

El agente Green-09 apagó el monitor de su retina, lo último que vio fue una bicicleta con un Zombi dentro de la canasta trasera de la misma. Se puso de píe, apretó el lóbulo de su oreja derecha y comenzó a hablar…

-Hola Hermano. Avisa a los demás. El Sujeto AL-Z se dirige a Hogar. Sigan el plan y no lo subestimen, voy en camino. Llegaré con ustedes en unas horas, hasta entonces has eso. Cuídense, protejan a la Familia… hermanos hasta el fin. Se despide de ustedes, Sam.


-Max en el fin del mundo-

Capítulo 5: Duelo de fe
(Segunda Parte)

Fue simple. La cuestión era no dejar al Zombi con el Chango, ni al Chango con los Cheetos. Todo lo que se tuvo que hacer fue pasar primero al simio al otro lado, regresar por el Zombi y dejarlo junto al chango. El truco estaba ahí, en regresar al primate de nuevo al primer lugar, dejarlo ahí y llevarse los Cheetos hasta el otro lado del círculo con el Zombi. Y ahora, con calma, regresar por el primate y dejarlo nuevamente en el segundo lugar, junto a los otros 2 objetos.

No hubo mucha acción en realidad, fue aburrido y algunos espectadores estaban un poco molestos. Zael observó atento durante todo el proceso, deseando con todas sus fuerzas que algo saliera mal. Cuando los héroes terminaron la misión, no hubo aplausos, escándalo o abucheos. Nada. De hecho la gente no se hubiera dado cuenta que la misión estaba completa de no ser porque Zael tenía que decirlo.

-…si…probando…uno, dos, tres… ¡Bueno, parece que los condenados lograron resolver el reto de inteligencia!... pero…¿podrán contra el duelo final? ¡Es hora!, ¡Se enfrentarán a un duelo de penales contra el mejor portero del imperio!

Dicho eso la audiencia enloqueció. El grito no había sido tan fuerte, en verdad el fútbol les apasionaba.

-¡Cabo! ¡Cabo! ¡Cabo! – gritaba la muchedumbre

-Noh mams mighou, el Cabo es un c#ingon, no vamos a poder- Dijo Fer de nuevo preocupado en extremo

-…no creo que venga el Cabo…- Contestó Max.

A la arena entró un escuadrón de soldados futbolistas, y sin decir palabra alguna, tomaron a Fer por los brazos

-¡Noh esperen! ¿¡Qué pasa!? ¡aun no termina esto! ¡Max has algo!- Los soldado-futbolista arrastraron a Fer fuera del campo, de regreso a las celdas de donde había salido.

Pero Max no hizo nada. Su instinto le decía exactamente qué es lo que sucedería a continuación. Miró al palco real para comprobar. Efectivamente, el Rey Zael no estaba en su acostumbrado asiento. Cuando volvió la vista al campo, descubrió que los soldados antes de irse habían dejado un balón en el punto penal. Todo estaba listo, excepto el guardameta.

-… lo sabía- Dice Nuestro héroe en voz baja en cuanto ve venir al portero.

-Hola Max- Dice Zael cuando entra al área de penal- Esto es personal sabes, serán mis manos las que hagan que te corten la cabeza.

-…no sabes cuánto lamento toda esta situación… pero no puedo dejar que me mates…
-Entonces tendrás que meterme mínimo 3 goles, y no es por presumir, pero el traje de Jorge Campos que traigo puesto me da mucha suerte, nadie me ha ganado nunca con él. Maldito narizón.

Fue anormal. La muchedumbre guardó en silencio a Max. Increíble, pero el respeto que sentía la gente por el fútbol le hacía callar mientras los jugadores se preparaban mentalmente. De un lado, Max con el balón a unos metros de distancia. Del otro, Zael resguardando la portería. ¿Han visto un duelo del viejo oeste? Algo así es esto.

El único que no callaba era el viento. Zael estaba en un trance mental que le permitía leer el movimiento en los músculos del oponente para saber la dirección del balón. Pero Max…no sabía exactamente qué hacer. Nunca en su vida (o al menos no que él recordara) había pateado un balón. Todos aquí se lo tomaban demasiado en serio, pero Max simplemente no tenía idea de cómo impactar el balón. “Será a la suerte”, pensó para sí.

Pero dejar las cosas a la suerte es mala idea, muy mala cuando tu vida anda de por medio.

Max corrió al balón, estiró la pierna, pegó con fuerza y el esférico voló en dirección al poste izquierdo del arco, Zael ni se movió. Su experiencia e instinto le decían que el balón rebotaría con el tubo. Así sucedió.

-¡JAJAJAJA!- Rió Zael descaradamente.

Max recogió el balón y volvió a ponerlo en su lugar. La burla de Zael no le intimidó. Pero el tiro le había dado toda la información requerida. Extrañamente, casi como si tuviera una calculadora en la cabeza, Max ahora sabía la fuerza necesaria que había que imprimir en la pelota, además, el grado de influencia que la variable del viento proporciona a la trayectoria del tiro.

Sin un temblor de mas, Max tiró con fuerza. Zael no pudo reaccionar a tiempo, se había confiado. No leyó ni los movimientos del oponente, ni la velocidad del esférico… Gol. La muchedumbre hizo un sonido parecido a “¡OHHHH!”, nadie esperaba que alguien pudiera anotarle un gol al mismísimo rey del imperio.

-¿pero…cómo?...- Salieron esas palabras de la boca del rey

-…Zael tengo una pregunta… no se supone que al jefe de un imperio, ¿se le llama Emperador, y no Rey?

-Ash… ¿y no se supone que una nariz como la tuya no te debería no dejar ver?

-…supongo que no sabías que se les llama emperador…

El rey arrojó el balón de regreso a Max, quien lo colocó por tercera vez en el punto de penal.
Ahora Zael estaba enfocado, sin confianza, con la respiración controlada y los músculos dispuestos a reaccionar en menos de un segundo.

Max repitió su fórmula, corrió hacia la pelota y la golpeó con fuerza. El balón voló hacia el lado derecho, Zael saltó hacia el mismo lugar y levantó su mano derecha. Ahí, en pleno salto y a mitad del aire, el Rey desvió por completo al balón de su ruta original. Los espectadores gritaron, aplaudieron, sacaron trompetas y mariachis. La actuación de Zael fue de película. Y él lo sabía, porque cuando se levantó del piso dio un salto de alegría. Max no temió por su error. Ahora conocía el método de actuar de Zael y lo incluyó en su fórmula matemática.

Cuando el balón regresó al punto del penal, Max miró los ojos de Zael “Se lo que piensas” y desarrolló una estrategia para burlar los afinados reflejos del portero.

Max cerró los ojos. Dejó que el viento le dijera la dirección ideal y la ruta más rápida. Sus instintos serían los encargados de la victoria, o la muerte. Corrió, dejó que la pierna hiciera su trabajo y trazó un tiro con efecto curva que, de acuerdo a sus cálculos, Zael no podría prever.

Por su lado el arquero rey leyó los movimientos de Max, sabía que la pelota tendría un efecto curvo y se lanzó al lado correcto. Sin embargo, su mano no era lo suficientemente larga. El balón entró por la parte superior del arco. El segundo Gol. La muchedumbre volvió a enmudecer, como desorientada por la sorpresa del triunfo del prisionero. Sólo uno más necesitaba Max para sobrevivir. Desafortunadamente, sólo le quedaba un tiro. Y Zael había logrado predecir la trayectoria del balón, simplemente fue un poco de suerte lo que favoreció a Max.

Nuestro héroe estaba nervioso, claro. No tenía elementos para extender o replantear su fórmula.

El último tiro. Un duelo entre una fórmula matemática y el instinto y los reflejos de un arquero con talento. El balón estuvo en posición. El público silenció. El Rey retuvo toda noción externa y se concentró exclusivamente en el balón. Max sólo podía confiar en la suerte…

“Pero dejar las cosas a la suerte es mala idea, muy mala cuando tu vida anda de por medio”

No había opción. No había momento para la duda. Max tenía que disparar y esperar que los reflejos de su contrincante fallasen. Se esforzó, corrió con fuerza, apretó los dientes y el zapato golpeó el balón.

Zael por su parte se siente amigo del balón, sólo debe dejar que su amigo caiga en sus brazos, no es complicado, las herramientas las tiene y su oponente es un amateur. Cuando escuchó el golpe del balón, retorció los músculos del rostro haciendo un esfuerzo extremo y corrió hacia el lado a donde llegaría el esférico. Ahí estaba, la milésima de segundo precisa en la que la vida de Max dependía por completo.

Pero nunca sabrían el resultado…

Era de tarde, el sol aun estaba en lo alto del cielo. Pero un destello salido de quien sabe donde fue lo suficientemente fuerte como para cegar a todos los que se encontraban en el imperio. Una extraña explosión de luz con un ruido desorientador estalló justo encima del estadio.

Max recuperó su visión. Zael estaba en el suelo tallándose los ojos. El destelló no duro más de un segundo. Pero causó extrema confusión. La gente del estadio actuaba de formas raras. Algunos vomitaban, algunos no podían recuperar la vista. Algunos salieron corriendo del lugar. Los policías guaruras del rey siempre traían sus oscuros lentes, no les afectó el destello, así que corrieron por el campo hasta su señor, lo levantaron y se lo llevaron de ahí. Absolutamente a nadie le importaba lo que pasara con Max. El balón quien sabe donde había quedado.

Las sirenas del imperio comenzaron a sonar. Un sonido alarmante y golpeador cruzaba el aire. La gente comenzó a correr en todas direcciones. Max no sabía qué era lo que ocurría. Sin embargo, las alarmas no duraron mucho tiempo. Después de unos segundos el sonido comenzó a ahogarse hasta apagarse por completo. O bien alguien había apagado la sirena, o simplemente se había ido la energía eléctrica.

El estadio comenzaba a quedarse vacio. Max no entendía nada, seguía ahí parado como pensando que en algún momento los soldados vendrían a asegurarlo. Pero no pasó. Por lo que comenzó a caminar rumbo a las escaleras que dan directamente a las gradas.

Cuando llegó ahí, la gente corría aun apresurada a salir del estadio y de ahí tomaba direcciones variadas. Algo sabían ellos que Max no. Alguna clase de tragedia a juzgar por los gritos y la desesperación. Entonces nuestro héroe tuvo una idea. Tal vez, la gente, estando allá arriba en lo alto del estadio había visto que es lo que pasaba.

Así que subió las escaleras. Algunas personas bajaban desesperadamente de ellas y chocaban contra él. Pero siguió su camino. Llegó a la parte más alta del estadio. Vale mencionar que no había techado sobre el mismo. No se trataba de una pieza arquitectónica magnifica, obvio, era un montón de fierro acomodado. Pero la altura era considerable, y desde el último escalón se podía ver todo alrededor del imperio.

El sol ya estaba a medio camino para ocultarse. Max veía a la gente corriendo por todos lados aun en las calles, todos buscando refugio.

Y luego descubrió un montón de soldados dirigiéndose hacia una dirección. A Max no le daban miedo los Zombis, o al menos él creía eso hasta que vio aquello.

Con su vista, descubrió en escalofrío que uno de los muros del imperio había sido derribado, y que finalmente, se trataba de una invasión. Ahora entiende el motivo de la alarma, y se deja contagiar por el miedo de la gente.

¿Qué cosa podría haber derribado una de las fuertes, muy fuertes murallas del imperio? Pues claro, sólo algo como lo que tenía frente a sus ojos: una horda Zombi.

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