Max en el fin del mundo, es una historia de ficción narrada principalmente en tercera persona, que narra como Max, despertó un día, sin recordar nada a un lado de la carretera. Pronto descubrirá como ya nada es lo mismo y como deberá confiar en personas que jamás ha visto en su vida.
El archivo original en formato de Microsoft Word, puede descargarse desde aquí
-Max en el fin del mundo-
Capítulo 4: ¡No le pises la cola a un León!
“El tlatoani del barrio era de la Lagunilla
tenía su pandilla
y su territorio delimitado
bailaba chacha y mambo
y el nuevo ritmo
del rock and roll
Era feo y al box le hacía
en cada vecindad tenía
el amor y la amistad de la hija la madre y la portera…”
Café Tacvba – El Tlatoani del barrio-
6 de Junio de 2010
“Nunca te pierdas la oportunidad de quedarte callado”. Max se había identificado mucho con el consejo maestro de Alepz, ya que nuestro héroe por naturaleza es un chico de pocas palabras...
Otra recomendación del admirable robot fue “No digas nada que no se te pregunte”.
Max pensaba particularmente en decirle al rey, o no, sobre la situación actual de Sandra… y decidió callar.
¡Frijoles saltarines! ¡Es el amigo de Sandra! Pensó Max sin hacer mueca o comentario alguno.
-¡Hola! Bienvenidos sean al Sacro Imperio Tianguero Lagunillero. Mi nombre es Zael y soy el rey del lugar.
El rey se acercó y dio la mano a cada uno de los héroes, una persona con gran carisma se puede deducir inmediatamente. Por algo es el rey.
-Gracias. Mi nombre es AL-Z, me llaman Alepz, y éste es mi amigo Max.
-...hola...
-¡Que tal! Mucho gusto, ¿cómo los trataron mis hombres?, ¿les contaron quienes somos? ¿qué hacemos?- Cada palabra que decía el rey Zael era acompañada por una gentil sonrisa. En palabras del propio Max: Nos saludó con una gran alegría no más grande que sus cejas.
Alepz contestó con la verdad. Los habían semi-raptado, pero el rey rió y no dio mayor importancia “Jajaja asi son esos” dijo, y después comenzó famoso interrogatorio. Zael preguntó sin vacilar “¿De dónde vienen? ¿Qué hacían para sobrevivir? ¿Han contactado con más sobrevivientes?”, etc. Max respondió y mintió por supuesto, no dijo nada sobre la naturaleza robótica de su amigo ni de su encuentro con Sandra, la amiga del interrogador. Lo único que dijo fue que por suerte se había encontrado con Alepz y que habían logrado sobrevivir con ayuda mutua. El rey les creyó gracias a que el mecánico no dijo nada y se limitó a mover la cabeza de arriba abajo. Los Cyborg no saben mentir, pero pueden asentir con la cabeza. Después de un breve silencio al terminar las preguntas, la sonrisa particular del rey reapareció en su rostro.
-¡Ah pero que tonto soy!, ustedes son nuestros primeros invitados en mucho tiempo, ¡creímos que nadie más estaría vivo! ¡jajaja!, vengan, les llevare a conocer el imperio.
Todo pasó rápido. De la habitación de paredes descarapeladas “suite” (según suite porque tenía baño propio; ya que a excepción del Rey todos los habitantes del HOTEL GARAGE debían asistir a un baño comunal) regresaron a las calles en menos de un minuto. El rey se los llevó en un tour privado. Seguidos por supuesto por los enormes guardias personales feos. Niños jugando, señoras en el chisme… todo era surreal, ahí parecía que los Zombis eran un mal sueño y nada más que una fantasía. Comenzaron a recorrer las calles, era claro que ya no eran (tal vez…nunca fueron) prisioneros, se les ofreció un poco de agua y el par de policías feos ya no tenían cara de malos. El día estaba un poco avanzado, en un par de horas comenzaría la oscuridad.
Zael hablaba mucho, movía un montón las manos y jamás perdía la sonrisa. Contaba sobre lo difícil que es conseguir agua potable, explicó el papel de los exploradores llamados “delanteros” y de la naturaleza del imperio. Hizo énfasis en su poderoso ejército.
-Los “delanteros” son los soldados encargados de la exploración. Salen en parejas y reportan todo lo interesante que encuentran, incluyendo sobrevivientes o tiendas con provisiones, etc. Los “defensas” se encargan en general del combate y protección. Y los “centro” son los que se suben a los edificios e investigan el curso de los “árbitros”. Los árbitros son esos cuates llenos de baba y con ganas de comernos que se mueven en manadas. ¡Ah pero que tonto!, no les he explicado porque nuestro amor al fútbol-
Max casi no escuchaba, en realidad no se sentía seguro. Su mente no concebía tanta paz. La amnesia le reseteó el cerebro y se había enseñado a vivir en un mundo de peligros. Por lo que estar ahí, en tranquilidad, le resultaba extraño e inusual.
A los alrededores se podía ver algunos soldado-futbolistas en guardia con la cabeza muy en alto, era como si tuvieran un orgullo y unas ganas de presumir que formaban parte del ejército Imperial. El rey Zael continuaba con el discurso particular a nuestros héroes.
-Hagan de cuenta que son islas. Nuestro Imperio es una isla, y hay un motón de grupos repartidos por la ciudad, gente incomunicada que sobrevive sola y como puede. Como islas en un mar de “cosas”. Nosotros somos uno de esos grupos, y ps con el tiempo, somos los únicos que siguen vivos. Los otros murieron como a los tres días. Nuestro Imperio sobrevivió gracias a que nos quedamos unidos, la unión es el truco, en realidad no soy muy buen rey. Soy malo explicando las cosas y lo único que supe hacer para decirle a la gente que era bien importante estar juntos, fue usando el fútbol de ejemplo. Yo solía vender pulseras y ropa por aquí, pero cuando empezaron a decir en las noticias que los Zombis y que’l virus y que no se qué...ps nosotros no nos lo tomamos de juego, había unos que decían que eso era invento del gobierno como el chupacrabas, ¡jajaja!, pero nosotros no creíamos eso, aquí la gente se escondía cada quien en su casa. Yo empecé a decirles que eso nos mataría, que teníamos que ser como la selección Tenochtitla: que todos hacen a un lado sus diferencias, o sea el club del que provienen, y se unen todos para salir adelante. Con el tiempo la gente escuchaba mis pláticas de motivación, y con el tiempo necesitábamos un nombre. Yo veía que lo que les daba identidad era eso de ser del tianguis de la lagu, y la pasión por el soccer. Y como todos quieren estar con el mejor, por eso decidí el nombre Sacro Imperio Lagunillero Pambolero. Lo demás fue fácil, decirle a la gente eso de poner murallas y establecer el ejército y la distracción fue sencillo en realidad.
Alepz no decía nada. Max observaba cada pequeño detalle al alcance de su vista. Unos puestos de tianguis que vendían discos de salsa. Un pequeño grupo de soldados en marcha. Y el rey seguía hablando por las seguras calles de su imperio.
-¡Ah pero que tonto!, no les he enseñado lo mejor... ¡El estadio!
Cruzaron un pasillo adornado con grafítis que decían “Coca-colas por siempre” y “Neopumas el mejor equipo” y al salir de él vieron una estructura de fantasía: Un estadio de fútbol soccer construido a base de fierros de tianguis. Increíble trabajo. Pese a que la obra era del tamaño de las canchas de alguna preparatoria antigua, era impresionante una estructura tan grande hecha con nada más que las manos de los fieles seguidores al fútbol. Los guardias del rey asentían con la cabeza, dejando bien en claro el gusto que les daba presumir ante extranjeros su glorioso estadio. Zael miraba con orgullo su más grande posesión. Tenía las manos en la cintura y la cabeza bien en alto mientras hablaba.
-Ese es nuestro templo. Nuestro estadio… lo construimos nosotros mismos con el fierro de los puestesitos de tianguis de todos los sobrevivientes. Con tantas personas y tanto amor, no nos tardamos ni 3 días en hacerlo. A veces la gente viene a rezar ahí dentro. La cancha no tiene pasto, es arenosa y en estos días de calor parece un desierto jugar ahí. De todas formas cada domingo la gente viene a ver los juegos. La administración del imperio...o sea yo ¡JAJAJA!... es por ley quien se encarga de los seleccionados de cada equipo, así las decisiones técnicas no producen disturbios porque nadie puede cuestionar mis órdenes. El fútbol es más que un juego, mucho más que una pasión. Es fé. Y aquí se demuestra. Aquí se respeta y admira a los jugadores, son como santos y deben ser chicos muy talentosos.
Entraron por una de las puertas principales al estadio. Subieron por las escaleras hacia las gradas y contemplaron la arenosa cancha, con porterías y redes construidas con total precisión artesanal. El lugar estaba vacío, pero poseía una gloría y un silencio espiritual. Pueden pensar en la música más bella que han escuchado, ahora sería el momento de hacerla sonar. Aquí dentro, la higiene y el eco hacían del lugar un verdadero centro religioso. Zael continuó.
-Yo fui de los mejores porteros, jugué para los San Coca-Cola, pude ser un seleccionado pero el entrenamiento me quitaba mucho tiempo y mejor me dediqué al cien por ciento al Imperio. Como extrañaba mucho la cancha, pues se me ocurrió que el estadio fuera entretenimiento y ley. Todo delincuente es condenado a muerte súbita, absolutamente todo criminal que sea hallado culpable viene directamente aquí. O sea, tienen que tirar cinco penales contra el mejor portero del imperio. Ahorita el mejor es Cabo, un muchacho con mucho talento que juega para el equipo de Los San Coca-Cola. Si el delincuente gana y le mete tres goles al Cabo, se le perdona la vida y yo decido si se le permite quedarse entre nosotros o simplemente lo desterramos del imperio. Pero si pierden se les condena a muerte, yo sólo doy la orden mis guardias se encargan de cumplirla.
El grandote y feo guarura sonrió cuando escuchó eso. El sol ya casi se ocultaba
-Creo que eso es todo. ¿Qué les parece mi hogar? Les haré una pregunta ¿Quieren ser parte de mi gran familia?- Preguntó Zael directamente a Max y Alepz.
-…mmm…
-Claro que sí señor. Sería un orgullo quedarnos aquí- Dijo Alepz.
-De hecho, para ti tengo una oferta particular- El rey se dirigía directamente a nuestro héroe de tuercas- Quiero que formes parte de mi ejército. Se nota que te alimentas bien y eso me conviene. A cambio, puedo darle a tu amiguito un trato de noble, le daríamos un cuarto del HOTEL GARAGE y quedaría bajo mi tutela, tengo ganas de transmitir mi conocimiento a un joven con agallas, y sobrevivir en la calle de los árbitros requiere eso. Yo sé que te gusta la idea, di que sí.
Con esta oferta ahora era claro porqué el Rey se había ofrecido en darles un tour él mismo. Le interesaba Alepz, quien por supuesto acepto. Se dio la mano con Zael para concluir el trato frente a la cancha del estadio.
Regresaron al Hotel con luz artificial pues el Sol ya estaba dormido. En ese tiempo, la energía eléctrica aun abundaba y podía alumbrar en la noche. Una vez en el HOTEL GARAGE unos soldado-futbolistas mostraron la habitación del dúo de héroes y amablemente les preguntaron si deseaban algo más. Después de dormir en la calle y tener ahora colchones sobre los cuales descansar, ¿Qué más se puede necesitar? Así que Alepz y Max se estuvieron a solas en aquella habitación.
Después de un día de Zombis crucificados, túneles a rojas, Imperios, un Rey con su estadio-verdugo; el héroe de la humanidad se disponía a descansar. Pero Alepz tenía algo que decir.
-Limpia tus orejas para lo que escucharás. Tan pronto me envíen a una misión, fingiré mi muerte.
Max no supo exactamente cómo reaccionar, no sonaba como un plan muy inteligente…
-Ya logramos nuestro primer objetivo: Dejarte en un lugar seguro. Fue un completo éxito, inclusive logramos que te nombraran noble. Por si fuera poco, el Rey mismo te tendrá a su tutela. Ahora el segundo objetivo: Rescatar a Sandra.
-…si lo sé pero…
-No puedes ser infantil ahora Max. Debo ir solo porque no corro peligro de infectarme y tu sí. No podemos decirle al rey de la situación de su amiga porque podría no creernos y condenarnos a su estadio. Tampoco puede saber que soy un Cyborg, porque no dejará que me vaya sin dar explicación y eso incluiría contarle de Sandra…imposible. Fingir mi muerte es la forma más rápida de hacer eficientemente mi solitario trabajo- Eso fue lo último que dijo Alepz para dar paso a su estado de suspensión (o sea, comenzar su simulación de sueño).
Alepz no es de muchas palabras, sus puños son mejores oradores así que para Max no hubo sorpresa en la fugaz forma de terminar la conversación, y solo se recostó sobre la cómoda cama mientras pensaba que ya había dejado de ser infantil. Bueno, con la amnesia realmente no sabía si alguna vez lo había sido. Nuestro héroe estaba seguro de que su amigo tenía toda la razón. Pero algo le angustiaba. Ya estaba acostumbrado al consejo y evaluación constante de su robot, ¿sería capaz de sobrevivir sin él? Ojalá que tardase un tiempo el Rey en enviar a Alepz en misión, pues así Max tendría tiempo para hacerse a la idea de no tener la orientación de “El viajero”. Pese a sus preocupaciones, el sueño lo devoró.
Y desafortunadamente… sin saber exactamente en qué momento se había quedado dormido, uno de los feos policías despertó apresuradamente a Max en la mañana siguiente con una terrible noticia “¡Despierta!, ¡tu amigo ha sido mordido!”
Max saltó de la cama y durante 30 segundos estuvo de píe junto a la cama. Pensó que todo había terminado.
Pero se acordó que su amigo es de metal e inmune al virus Zombi, así que volvió a sentarse sobre el colchón.
Luego recordó que su amigo iba a fingir su muerte a la primera oportunidad, y Max volvió a saltar de la cama (seguía vestido) y salió corriendo del cuarto para bajar de igual modo las escaleras, salir del HOTEL GARAGE y correr hacía su amigo. Aquí hay algo que en su momento Max no descubrió: ¿Cómo supo la ubicación de Alepz? En realidad el muchacho estaba en un lugar desconocido y sin embargo localizó a su compañero de metal casi instintivamente, casi como si pudiera olfatearlo.
Sus pasos lo guiaron a la muralla de muebles que claramente indicaba el límite del Imperio. Ahí encontró al Rey Zael con rostro triste. Max se acercó lentamente, algunos soldado-futbolistas estaban agitados. Cuando el Rey se dio cuenta de que su nuevo alumno estaba cerca, se acerco con calma, respiro profundo y dijo:
-Lo mordieron. Fue una mala idea, no debí dejarlos. Los delanteros quisieron evaluar sus habilidades para matar árbitros, todos creíamos que como pasaron tanto tiempo en la calle, podrían estar listos para una misión especial…pero parece que tu amigo Alepz no vio a un árbitro que estaba a su derecha, nadie lo había visto. Ante una mordedura la ley es contundente, tuve que desterrarlo. No había opción, nunca la hay. Lo siento Max, pero las personas cambian de un momento a otro, nunca se sabe la rapidez con que comenzaran a perder la razón y volverse árbritos, era peligroso dejarlo un segundo más por aquí, perdóname por no dejarte ni siquiera despedirte.
Zael dio un abrazo a Max, pero el muchacho no se movió. Irreal. Igual que los niños en la calle. Ese era el sabor en nuestro héroe. Ni siquiera pudo despedirse, ni siquiera le deseó un buen viaje, suerte o algo. Ni gracias por lo enseñado. Ni tiempo para un último consejo. Nada. Apenas ayer se sentía seguro y en menos de un minuto Max se sentía abandonado. ¿Cuándo lo volvería a ver? ¿Cómo sabría si logra encontrar a Sandra? ¿Cuánto tiempo debe esperar?
Max dirigió sus manos al vértigo en su estomago. Otra vez perdía a una persona importante en su vida. Otra vez sin estar preparado.
-Seguiré mi promesa a la memoria de Alepz. Seré tu tutor y mantendrás la calidad de noble, evitemos que esto se convierta en una doble tragedia. Ahora, tratare unos asuntos, te veré en la noche.
Max regresó solo al HOTEL GARAGE. Los animales de campo en las calles, la compra y venta de comida enlatada, los juegos de cartas y los niños jugando ya no parecían interesantes. Ahora Max se sentía abandonado. Pasó todo el día sentado en su cama mirando el suelo, algo así como acostumbraban los “emo”. Trató de recordar todas las enseñanzas de su mentor robótico. La mayoría de ellas eran sobre sobrevivir a los bichos, ninguna sobre sobrevivir a la soledad.
Aun había agua en las tuberías, el imperio podía presumir de tener servicio de agua dentro de sus dominios. Max se sintió agobiado por su propia mente y decidió distraerse con un poco de higiene, aprovechó para darse un baño y relajarse. El Rey le había autorizado a usar el baño privado de la suite, así que se fue para allá. Bajo el agua fría (el servicio de gas había sido agotado hace mucho tiempo, ya no había agua caliente en las tuberías) el héroe encontró las ganas de superarse. Alepz le había dejado ahí para podre sobrevivir, así que eso haría. Salió del agua, se seco y se vistió.
Al salir del baño, en el cuarto principal volvió a ver al Rey Zael en la pose en que lo vio por primera vez: Perdido en sus propios sentimientos mirando el vacio a través de la única ventana de la habitación que daba vista al majestuoso estadio.
-La coca-cola es una bebida sagrada que sólo pueden tomar los nobles. Es muy escasa y valorada, se vende en el mercado negro a muy buen precio, es como oro. Toma una lata y bebe conmigo- Dijo Zael sin dejar de mirar el abismo de la ventana, pero señalando una hielera a sus pies en la que había unas cuantas latas llenas.
Max no aprovecho la ocasión para beber el (a sus ojos) brebaje real, y sólo se limitó a escuchar.
-Tenía muchas esperanzas con tu amigo. Sé que suena egoísta de mi parte pero… necesito reunir personas fuertes, realmente fuertes y que puedan sobrevivir por días allá afuera. Quiero enviar una expedición a buscar a … una amiga. Bueno, es más que eso. Yo la amo y ella me ama. Pero su trabajo nos causó problemas. Verás ella está obsesionada con sus estudios. Se llama Sandra y es doctora.
En ese momento Max supo que estaría por escuchar la verdadera historia entre su salvadora y el Rey, no se equivocaba.
-Hace unos meses le ofrecieron trabajar en un proyecto fuera de la ciudad de Tenochtitlan. Le pedí que se quedara, y si no yo iría con ella. Pero… su decisión fue la de terminar lo nuestro. Ella quería dedicarse a tiempo completo a sus estudios para ayudar a la gente y no tendría tiempo para mí. Le dije que no era problema, que verla 15 minutos al día me bastaba. Pero ella dijo que eso sólo le provocaría más dolor, que prefería sufrir ahora y olvidarse de mí, que sufrir 15 minutos al día por no poder estar conmigo. Nos peleamos… pero fue imposible convencerla… y se marchó. Al menos aceptó un regalo tonto que le hice. Le di un collar en forma de quesito, yo también tengo uno. Y bueno, estando ella lejos, comenzó la plaga.
Max ahora entendía el rostro de Sandra cuando en la mansión observaron una horda Zombi. Sandra había quedado en shock, pero no por la impresión de la masa de monstruos, más bien, a causa de una severa tristeza. En el fondo Sandra extrañaba a Zael y por eso regresó a Tenochtitlan, y cuando vio lo grave de la situación, se sintió culpable por haberse ido. Esos ojos que tenía Sandra en aquella ocasión, eran los de una persona que se arrepentía profundamente de sus decisiones en el pasado. Con esa vergüenza en mente, ahora Max entiende porque su salvadora nunca le quiso contar la verdadera historia entre ella y Zael.
-Nunca deje de extrañarla, de quererla o de pensar en ella. Siempre la llevo en mi corazón, aunque ella seguramente logró olvidarme. De seguro tiró a la basura el collar que le di.
Al oír esto Max sintió la enorme necesidad de contarle todo a Zael. Quería hacerle saber que Sandra había intentado llegar hasta él, que no lo había olvidado y que todo el tiempo usó el quesito. Pero antes de poder hablar el Rey continuó.
-Mira, mi celular aun tiene batería, lo apago la mayoría del tiempo y lo prendo sólo para ver una foto que tuve con ella antes de todo, una foto de los buenos tiempos.
Zael acercó el dispositivo a Max y le mostró la mencionada fotografía. Max sonrió al poder ver el rostro de su amiga. Unos segundos después, el Rey apagó de nuevo su celular y lo guardó.
-Pero…ya me hice a la idea de que tal vez nunca la volveré a ver. Ni siquiera sé si está con vida. Creo que debo dejar de hacerme ilusiones, me hace daño y mucha gente depende de mi buen juicio.
-…no pierdas la esperanza, tal vez aun ella siga con vida…
Fue lo único que dijo Max. Ahora se daba cuenta que no tenía la certeza de que Sandra se encuentre viva. Tampoco de que Alepz lograría traerla a salvo. Darle esperanzas al Rey sería un poco cruel y peligroso, ¿qué tal que envía a todo su ejército al rescate de la chica y en el intento de salvarla solo encuentran su muerte? Los Zombis son peligrosos, pero los humanos más porque el miedo les embrutece. Sólo le quedaba esperar que Alepz saliera victorioso de su búsqueda.
-Gracias Max. No he tenido con quien charlar sobre esto. Contárselo a mis hombres me haría ver débil y necesito que me crean superior, imbatible y sobre todo, como alguien no cursi, jejeje- La sonrisa del Rey regresaba a su rostro. Imbatible, si, así parecía Zael, como un hombre que no cae ante la adversidad.
-Bueno, estaba esperando que salieras de bañarte. Ahora me toca a mi ¡jajaja!, cuando salga hablaremos sobre el regalo especial que tengo para ti.
Zael entonces caminó hacia el baño no sin antes dar una palmada en el hombro a Max, una clara muestra de aprecio. El héroe de la humanidad se acercó a la ventana. Contempló el estadio y disfrutó de la vista del atardecer. Sintió tristeza en su corazón pero se convenció a si mismo que había hecho lo mejor. Contarle al Rey sobre Sandra complicaría las cosas, el silencio era la mejor opción. Max buscó en su cuello el colguije de quesito…pero no lo encontró. Miró hacía su pecho y no sintió el collar de su amiga, aquél al que Zael se había referido en la plática. ¿Dónde lo había perdido? En realidad no sintió mucha angustia en ese momento. El terror llegó un segundo después cuando la puerta del baño se abrió de golpe y el Rey gritó con fuerza “¡GUARDIAS!”, en ese momento Max recordó…más bien intuyó que había olvidado el collar en el baño. Que error tan tonto.
Los policías feos entraron de inmediato en el cuarto, Zael salió del baño (con su ropa puesta…obvio…) y de su pecho colgaba un quesito…y en su mano derecha colgaba otro quesito. Ambos idénticos. Ahora era claro que la mentira de Max había sido descubierta, y no sólo eso, si no que había sido mal entendida. El rey había hallado el colguije de Sandra…
-¡Max! ¿Qué significa esto? ¿Conociste a Sandra? ¿Dónde está?
-…si…la conocí…pero…no puedo…decirte nada más…estará bien, creeme…
-¿Cómo pudiste mentirme?, Confíe en ti, te di mi confianza y me traicionaste… ¿¡QUÉ SABES DE ELLA!? ¿¡DÓNDE ESTÁ!? ¿¡PORQUÉ ME MENTISTE!? Max porfavor…sólo dímelo-
Cualquiera sabe que molestar a un Rey es peculiarmente inconveniente. Hacerlo enojar lo suficiente para que grite debe ser entonces terrible, pero hacerlo rechinar los dientes de coraje hasta el punto de lastimárselos y no sentirlo…bueno…eso debe ser peor que pisar la cola de un león. Ante éste temor, Max no pudo decir nada.
-…ella…em..mira…la encontramos…digo, me encontró…y- Max no pudo continuar, ¿Qué diría? ¿Alepz sigue vivo y es un Cyborg? ¿Unos hombres vestidos de traje se la llevaron? Eso sonaba tan inventado que decir “me lo encontré por ahí” hubiera sido mejor. Lástima que no se le ocurrió en ese momento y la situación le sorprendió y enmudeció por completo.
-¡¿Sigue viva!?, ¿Dónde conseguiste esto?
-…no lo sé… desapareció y eso fue lo único que encontré
-No te creo, ¡no te creo! Guardias, ¡denle una lección!
Los policías feos y gordos tomaron a Max y lo arrojaron contra la pared. Le dieron unos golpes y patadas, una bofetada en la cara y luego lo tomaron por el cuello.
-Max, sólo dime, ¿dónde está Sandra?, dime todo lo que sepas.
-…no lo sé…ella estará bien, confía en mí…
La desesperación lleno el rostro de Zael. Las imágenes de violencia, de desesperanza, de desconfianza, y muerte llenaron su mente. En un mundo tan triste el Rey sólo podía pensar en que Sandra no estaría viva, en que Max tal vez ni siquiera la había conocido y eso del colguije indicaba nada más que tragedia. Max se limpiaba la sangre del labio inferior. No sabía que decir, no quería complicar más el asunto.
-Guardias…mátenlo.
Pero los guardias no se movieron. De hecho, se miraron extrañados los unos a los otros.
-señor, mire con todo respeto…tiene que enviarlo al estadio…no podemos matarlo así nomás-
Zael se dio cuenta que era prisionero de sus propias leyes. Ordenarle a los hombres que matasen a Max significaría tener que explicarles lo que está sucediendo y ello le restaría credibilidad y respeto. Sin embargo, condenarlo al estadio no requeriría explicación, hace tiempo que no hay un evento así (el sistema de ley y la religión futbolera había reducido la criminalidad muy bien) y la gente deseaba ver un espectáculo de esos con tantas ganas que no harían preguntas.
-Muy bien. Llévenlo al estadio y preparen todo.
Con sonrisa en los labios (y sin preguntas), los policías pusieron una capucha negra sobre la cabeza de Max y se lo llevaron casi a rastras hasta el estadio. El muchacho comenzaba a sentirse débil, unas rocas o quien sabe que cosas le golpeaban el cuerpo, tal vez la gente se las aventaba cuando veían que lo arrastraban. Algunas personas gritaban de emoción “¡Miren! ¡Va a haber evento!”
Cuando le destaparon el rostro. Max se encontraba en una celda en algún lugar debajo del estadio. Un calabozo que no se le había mostrado en el tour privado del día anterior. Una pequeña cueva, fría, incómoda y con una vela como fuente de luz (para el feo guardia que dormía en su silla), es en aquel lugar donde hay unas cuantas mini prisiones. En la suya y sentado sobre el suelo Max permite que el miedo y la ansiedad se apoderen de él. Tal vez lo mejor era decir la verdad, así que se acerca hasta la reja y grita con desesperación “¡Zael! ¡Te lo contaré todo! ¡Hey!”, pero nadie responde. Max comienza a llorar sobre los barrotes de la celda. Cuando se cansa, gatea hasta el rincón más cercano y ahí se sienta abrazándose a sí mismo. Se tapa la cara con una mano mientras lágrimas escurren por sus mejillas. No quiere morir. No ahora, no sin volver a ver a Sandra, no sin saber que está a salvo, no sin haber arreglado el problema que causó. Max dice al guardia “déjame hablar con el Rey, esto es un mal entendido” pero el obeso dormilón se ocupa sólo de su sueño.
-yha callht nho thejd vandu ser cazo- Dice…o intenta comunicarse alguien desde la celda al lado.
Con tanta preocupación Max no se había dado cuenta que tiene a un compañero prisionero en la celda de al lado. Un tipo de esos despreocupados. El sujeto estaba acostado en el piso, ambas manos tras la cabeza, relajado y tranquilo con una sonrisa en el rostro, casi como la del mismo rey, pero un poco menos alegre.
-… ¿Qué dijiste?...
-Qhue no te van a hacer caso. Sholo les importa el show. Nho les importa si somos culpables o inocentes.
-…¿no hay nada que podamos hacer?
-Mheterle los goles al portero ese, el cabo. ¿Chómo te llamas?
-…Max… ¿y tú?...
-Mhe llamo Feraico, pero me dicen Fer.
-… ¿Por qué estás aquí?
-jajaja ¿¡Chómo!? Eso no se pregunta migou. Phero te prometo que si salimos vivos te digo, ¿va?
Max asintió con la cabeza y permanecieron en silencio. Todo el ruido que había eran los ronquidos con respectivo eco del guardia panzón. En silencio, el tiempo se prolongó. Los minutos parecían horas y nuestro héroe perdió por completo el sentido del tiempo, lo único que podía hacer era repasar los consejos de Alepz uno por uno en su mente, como si de su religión se tratase…además, la prueba para sobrevivir parecía muy dura, así que no tenía esperanzas en seguir con vida por el resto de la semana. Todo por llevar ese estúpido colguije.
Se escuchó el sonido de alguien que bajaba por las escaleras de metal que daban entrada al pequeño calabozo. El guardia panzón seguía en su asunto. Quien llegó hasta ahí fue uno de los policías, el más sucio de los dos.
-El procedimiento cambió un poco para darle más show al evento. Ya saben que no tienen opción, si quieren vivir deben acatarse a las normas.
Después de decir eso, el azul abrió las rejas de los prisioneros. Y les indicó que subieran las escaleras. La luz del sol delataba que ya era un nuevo día. Y el eco de la multitud indicaba que ya todo estaba listo para el evento. Al terminar de subir las escaleras, el gritadero de la gente era tan grande que el policía casi tuvo que gritar para que lo escucharan Fer y Max.
-Ahorita que les dé la orden salen.
Estaban en una especie de “backstage” en donde no veían casi nada. Seguían dentro de la estructura del estadio. Todo a su alrededor eran fierros y fierros, era como un túnel construido con…aja…fierros. Estaban debajo de algunas gradas, pero no sabían exactamente donde. Delante de ellos una puerta grande de metal, la luz del sol entraba por los bordes de la misma y debajo de ella entraba un poco de arena, parece que hacia viento. En ese pequeño túnel, antesala de la cancha, había oscuridad.
Encima de ellos se escuchaban trompetas, matracas, gritos, chiflidos…en fin, emoción. Y de pronto hubo un silencio. Con altavoces se escuchó la voz del rey.
-Ciudadanos del Imperio. Su gran Rey Zael trae para ustedes… !los… juegos…juiiiiiiicio!
La multitud aumento el escándalo, luego volvió a callar. La voz de Zael se escuchaba por un megáfono y unas bocinotas.
-Cómo bien saben, en estos juicios veremos si estos hombres culpables tienen lo que se necesita para ser un habitante del Imperio. Se hará el juicio del santo fútbol. Si el dios balón los encuentra dignos y les concede su favor divino, los hará vencedores en sus pruebas. De lo contrario… si son hombres de poca fé… entonces el santo fútbol dejará que fracasen y que sean condenados a la muerte.
Escándalo de la multitud…Silencio de la multitud.
-Ahora bien mi querido público. El hombre aquí enjuiciado es uno muy especial…traicionó mi confianza e intentó robar mi corona…la preciada playera original del Barcelona…así que estos juegos juicio son especiales. Habrá tres pruebas…una…de fuerza…la segunda…de inteligencia…y la tercera…será de futbol. Si los criminales quieren salvar sus vidas, deberán salir victoriosos en cada una de las pruebas. Espero que mis queridos fieles encuentren éste evento de su total agrado y entretenimiento. ¡Qué comiencen los juegos!
Al decir eso, la multitud enardeció. El escándalo fue aun mayor y los gritos y sonidos fueron ensordecedores. Max sentía miedo, pero sabía que debía vencer las pruebas para poder solucionar el problema que había ocasionado y la confusión resultado de su propia culpa.
Un ruido mecánico se escucho delante de ellos. La puerta de metal se abría lentamente hacia arriba.
-Shuerte migou- Dijo Fer.
-…gracias, pero necesitamos algo más que suerte…debemos trabajar juntos para sobrevivir…-Contestó Max.
La puerta daba paso a una luz cegadora. No se podía ver nada hacia enfrente, ni una pista de cómo sería la primer prueba. Sólo entraba un montón de arena y viento que golpeaba la ropa de los gladiado…perdón, criminales.
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