Aun pienso (y me apapacho yo solito) creyendo que algún día, tal vez no muy lejano; de algún modo te darás cuenta de tu error. Obviamente el del error una vez más, sigo siendo yo.
Seguir pensando en ti (aunque sea de esa hermosa manera, en la que te arrepientes), es mi error, el error de esta nueva era. Como siempre contigo, sé perfectamente cómo son las cosas. Es decir, sé, que tú eres la mala del cuento, sé también, que jamás dijiste la verdad cuando se trataba de algo que yo preguntara. Pero también sé, que mi parte más consciente, más sabia (por decirlo de alguna manera), la menos demencial, me dijo muy a tiempo, que me alejara de ti. Eso no lo hice, entonces, el de la culpa, fui yo. Después también sé, que el que aun cuando el universo por fin pareció conspirar a mi favor, como todo un cobarde me fui. Y después cuando ya no era tiempo, además de todo me enojé... una vez más el de la culpa, fui yo.
Y ¿cómo olvidar la más reciente? Cuando al menos como amistad podríamos seguir viviendo en paz, te dejé (aun más cobardemente que la vez anterior), una vez más, la soledad que ahora me abraza desde las ventanas de mi hogar por las mañanas, por las tardes e incluso por las noches, es culpa mía y de nadie más. Creo que estas son cosas que jamás uno se puede perdonar, simplemente muy cercanas al corazón, muy cercanas al espíritu y también a la razón.
Al menos sé (como un muy estúpido premio de consolación) que a ti tampoco te voy a perdonar nunca, así al final, sé que aunque nunca te llegue la factura como me gustaría pensar, sé que al menos si estaremos muy ridículamente a mano.
Este es el fin de la Ficción.
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