Max en el fin del mundo, es una historia de ficción narrada principalmente en tercera persona, que narra como Max, despertó un día, sin recordar nada a un lado de la carretera. Pronto descubrirá como ya nada es lo mismo y como deberá confiar en personas que jamás ha visto en su vida.

-Max en el fin del mundo-
Capitulo 1: Las cosas malas empeoran
“Cuando mi abuela se nos murió, no la enterramos. No había panteón.
La dejamos acostadita, en su camita bien tiecesita”
Yucatán a Go Go
¿Cómo puedo definirte esta historia?. ¿Has escuchado la música de surf? Como me gustaría, así yo no tendría problemas y podría decirte “La leyenda de Max es igual que la música surf” y tu dirías “Ya sé, ¡es un caos!” y yo diría “Exactamente”. Pero como es poco probable que hayas alguna vez escuchado siquiera a los Beach Boys (salvo que tengas la facilidad de un montón de energía eléctrica como para derrochar en un pequeño lujo musical) tendré que advertirte una sola cosa: Esta historia va a volar tu mente.
Como es natural en todas las cosas sorprendentes, nuestra historia comienza con la suerte. Y sin saberse poseedor de una cantidad necesaria y suficiente de ella, Max tal vez habría creído antiguamente que “suerte” era encontrarse dinero a medio camino entre la heladería y él, por supuesto eso habría sido hasta el día en que el mundo antiguo llegó a su fin, mismo en que Max reconsideraría su definición de suerte...pues no todos estaban lejos de la ciudad cuando el fenómeno ocurrió y muy pocos estaban aislados de otras personas al momento del caos y sólo uno con mucha suerte... solo uno... habría despertado al borde de una carretera, sobre el pasto, con dolor de cabeza e ignorando la triste situación que se vivía en la ciudad. Así que mientras reconocía la parte trasera de su cabeza con su mano y torpemente trataba de juntar el equilibrio necesario para conseguir ponerse de píe, lo primero que ocupó la mente de Max fue la pregunta ¿Qué pasó?. Mientras intentaba incorporarse del suelo, sintió algo raro en su rodilla derecha, nada que lo molestara. “¿Qué me paso?” se decía Max para sus adentros.
Aun sin responder su pregunta, el héroe afortunado empezó la asimilación de la realidad, que en apariencia no era tan distinta de aquella que él ya conocía. Un cielo azul con nubes repartidas aleatoriamente en la bóveda celeste, un sol imparcial dador de luz y calor, un verde esparcido en todo su alrededor hasta donde alcanza la vista, un viento gentil que acaricia mientras refresca su cuello y un silencio característico del campo y de los lugares aislados como en el que se encontraba. Ahí, de pie y sin poder recordar absolutamente nada, Max explora con su vista tratando de encontrar respuestas. No obtiene más información aparte de montañas a la lejanía, tierra en la cercanía, arboles y una enorme saliente de montaña rodeada por la carretera que impedía observar la ciudad. Al girar su cabeza y mirar sobre su hombro notó un objeto enorme a unos veinte pasos de él: una caja metálica de color amarillo. En ese instante Max apretó sus parpados para enfocar mejor, además llevo su mano derecha al rostro para tallar sus ojos y conseguir una mejor visión. Y así las cosas fueron claras. Una caja amarilla que en realidad era un camión escolar... volcado sobre un costado por cierto. Max aun luchaba contra los abismos de su memoria haciendo movimientos con la cabeza (como si el cerebro fuese a conseguir mejores recuerdos con la agitación) cuando, de nuevo sin encontrar respuesta a sus dudas, instintivamente buscó en la bolsa derecha de su pantalón hasta encontrar el objeto personal preferido a inicios del siglo XXI : su dispositivo de comunicación individual sonora, antiguamente llamado: Teléfono celular.
Lo que hizo fue tapar con su mano el borde superior del dispositivo con el objetivo de hacer sombra para que el sol no estorbe en la lectura de la pantalla, y lo primero que alcanzo a leer fue la hora: Las diez de la mañana del día treinta de abril del año dos mil diez. Además de indicar la hora, estos increíbles aparatos también llevaban un registro de las comunicaciones fallidas o no realizadas con éxito. Y Max sintió angustia profunda al leer 20 llamadas perdidas y un mensaje de texto que decía “No vengas a la ciudad, vete lejos” enviado por alguien llamado “Mamá”. La angustia de Max no provenía de la irrealidad del mensaje, sino de la imposibilidad de saber quien era su mamá, además, al intentar comunicarse resultó que simplemente no había respuesta.
Max observó sus pies, vio que sus zapatos tenían lodo en los talones y sólo en los talones. Después, (y por tercera vez, sin responder a sus anteriores dudas) descubrió dos lineas paralelas dibujadas entre el pasto que venían desde el autobús y llegaban justo a donde él se encontraba. La deducción era simple, él venía en el autobús y alguien lo arrastró hasta el lugar donde despertó. Max no tenía mas allá de dieciocho años, por tanto él era un pasajero solamente. El rompecabezas en realidad no era complicado. La evidencia sugería que Max venía abordo del autobús escolar cuando de algún modo éste perdió el control, salió de la carretera, se volteó y ahí Max sufrió algún golpe que le ha provocado esta amnesia para después ser arrastrado lejos del camión por algún alma caritativa. A Max le hubiera gustado poder hacer algo mas que adivinar. Al tratar de resolver el montón de acertijos, ahí nuestro héroe hizo el segundo descubrimiento peculiar.
Al mirar detenidamente la carretera, vio que había mas vehículos a los largo de la misma, abandonados en apariencia y todos ellos con golpes que sugerían una carambola (o sea, que mientras se movían, los autos chocaron los unos con los otros). La soledad del lugar era perturbadora pero Max no era un chico agresivo, tampoco uno demasiado tímido. Él era la clase de muchachos que llevan su vida sin problemas, pero tampoco en intimidad. Así que ni sintió miedo, ni excitación. Mas bien, curiosidad, y gracias a ella el dirigió sus pasos hacia los automóviles que veía a lo lejos. Y cuando se atrevió a dar su primer paso, Max hizo el primer ruido audible desde que despertó: “¡Ahhhh!”. Un grito de dolor. Su rodilla derecha no podía moverse del todo bien pero ahora le dolía. Tuvo que dar brincos hasta llegar a una rama lo suficientemente larga como para funcionar de bastón.
Así fueron los primeros pasos del héroe. Como los de un bebé aprendiendo a caminar. Con o sin calma, Max debió llegar lentamente hasta la carretera y seguir hacia abajo por la misma. En ese momento se dio cuenta que estaba en un tramo en forma de U, y que estaba justo en la curva de la misma. Tenía que rodear la enorme saliente de montaña para poder ver que más había a lo lejos. Después de un rato inmedible, al terminar de caminar sobre la curva y lograr rodear la enorme cantidad de tierra, al observar el camino recto Max sintió miedo...
La visión era espectacular. Desde aquel punto elevado de la carretera se podía ver a la lejanía. Irónicamente, la visión de la gran Tenochtitlan fue inesperada, pero nada alentadora. Es cierto que la contaminación de la urbe era un problema, pero definitivamente aquellas nubes negras de humo nacientes de varios puntos de la ciudad eran indicación de algo malo. La imaginación sugería que la enorme ciudad sufría de múltiples incendios, todos al mismo tiempo en diferentes y alejados puntos. Eso por supuesto ¡Es imposible!. Pero como veremos, en realidad no lo es...poco probable tal vez, pero nada es imposible.
Aún sin saber con exactitud como reaccionar, Max escucha un motor de automóvil cada vez mas cercano. Sin moverse y haciendo un leve movimiento de cabeza, Max detecta la dirección de donde proviene el ruido y espera paciente a que el vehículo aparezca sobre la carretera. Así sucede y lo que observa es un automóvil curioso, proveniente de la ciudad y con un montón de maletas amarradas en la parte superior. En poco tiempo y sorteando los otros autos repartidos por la carretera el misterioso vehículo desacelera y se estaciona a unos cuantos metros de Max, distancia suficiente para observar los rostros de los ocupantes: un hombre de edad madura que conduce, una mujer en el asiento del acompañante y un muchacho de no mas de 15 años que asomaba su cabeza con desesperación. Sin apagar el motor, el hombre abre la puerta de su auto, saca un pie y se asoma por encima de la puerta semi-abierta.
-¡Hey! Tú, ¿que haces aquí?- Grita el conductor, con furia, casi como si fuera un crimen estar de pie en la carretera.
-Uhm.... yo...- Intenta construir oración alguna Max, pero es interrumpido de inmediato por la voz chillante de la mujer.
-¡Es un niño!, Jhonatan hay que llevárnoslo.
-¡No!, ¡Mira su pie! ¡No camina bien, lo han de haber atacado!- Grita el niño desde el asiento trasero.
Curioso, tal vez era una familia de gritadores o simplemente los tres estaban agitados y/o perturbados.
-No, esperen. Necesito ayuda por favor- Dice Max, bastante educado, como sabiendo de antemano que la respuesta será “Si, claro”. Pero sin decir nada mas, el hombre sube de nuevo al auto y arranca con velocidad, pasan a un lado de Max y lo miran con desagrado. Después el automóvil desaparece en la curva por donde Max venía y poco a poco el ruido del motor se pierde en la lejanía.
Max no puede entender el extraño mundo en que despertó. No parece tener sentido que una familia deje a un muchacho como él, necesitado de ayuda a media carretera y rodeado de un montón de automóviles abandonados. A esa edad, no falta imaginación en la mente. “El Apocalipsis” piensa Max para sí mismo. Solo así se podía explicar nuestro héroe las cosas que veía en su entorno y la probablemente ciudad en crisis. “Un terremoto tal vez”. Piensa Max ahora, como para tratar de mantenerse en la realidad y cuerdo.
¡Oh! gran héroe de la humanidad, cuanto te faltaba por aprender. Pero curioso es el destino que si no hubieses sido ingenuo en este momento, tal vez tu aventura no se hubiera concebido. Pues ahí seguía Max de pie, sin moverse si quiera por inercia, tratando de responder la multitud de dudas en su mente, ¿Qué paso?, ¿Porqué estaba ahí?, ¿Quién era su mamá?.Y entonces escuchó un motor acercarse, pero esta vez provenía de la curva de donde él había despertado, lo que le hizo suponer que la familia de gritadores tal vez había reconsiderado ayudarle. Así que Max dio la vuelta y esperó paciente a que apareciera el vehículo en dirección a la ciudad, pero lo que apareció no fue el automóvil con maletas. Lo que iba en dirección hacia la ciudad era una motocicleta estilo Chopper con un solo conductor. Uno vestido con botas negras, pantalón militar, cabello largo amarrado como cola de caballo y una blusa negra de tirantes...¿Dije conductor?. Lo siento, pero conforme la moto se acercaba a Max se hizo claro que era una conductora. Max ya sabía lo que pasaría, la conductora se detendría a unos cuantos metros, preguntaría algo y al notar la herida en el pie (y la rama que usaba como bastón) lo abandonaría. Así que Max no se hizo muchas ilusiones.
Todo pasaba tal cual había sido la predicción. La moto se detuvo a unos metros y sin que pasara mucho tiempo la chica habló:
-¿Que te pasó en la pierna?- Fue lo primero que dijo la mujer. Uno podía notar que era una chica atractiva y joven a pesar de los anteojos oscuros que portaba.
-No recuerdo nada, desperté hace unos momentos sobre la carretera con dolor en la rodilla. Es todo lo que sé- Dijo Max, mientras la chica ruda lo observaba de pies a cabeza y miraba a sus alrededores alerta.
-¿Pero estas consiente de todo lo que esta pasando allá abajo en la ciudad?- Dijo ella sin mirarlo esta vez, ella se quitó los anteojos y sus ojos estaban observaron la ciudad y el espeluznante humo negro.
Max no supo que contestar y se limitó a mover la cabeza de derecha a izquierda.
-Tampoco recuerdo quien soy, quiero llegar a la ciudad para buscar mi hogar, recuerdo el camino pero no recuerdo que es lo que hay dentro-
-Escucha, no soy de Tenochtitlan, quiero llegar al corazón de la ciudad y necesito un guía. Lo único que puedo ofrecerte es transporte y protección, veo que necesitas ambos, ¿Qué dices?-
Max sonrió. Sintió que por fin aclararía sus dudas. Poco sabía él de las preguntas que próximamente le vendrían. Subió en la parte posterior de la motocicleta, abrazó a la chica por la cintura y la moto fue puesta en marcha con dirección a la humeante ciudad de Tenochtitlan.
-Mi nombre es Sandra, soy médico, ¿tú quien eres?-
-Me llamo Max... eso sí lo recuerdo-
-Ok Max, hay un par de cosas que debo decirte y no son agradables-
-... ¿tú sabes qué es lo que ha pasado?-
-Si, pero no me creerás si te lo digo. Escúchalo tu mismo, en la bolsa izquierda de la maleta-
Max buscó en el lugar indicado, encontrando un radio portátil y unos audífonos. Al colocárselos y encender el aparato, un mensaje se escuchaba repetitivamente. Debido al ruido del motor de la motocicleta y tal vez alguna interferencia, Max sólo escucho algo como “Peligro...Peligro...Vuelto a la vida”.
-¿No entiendo, que es lo que ha vuelto a la vida?-
-Los muertos- Contestó ella fuerte y claro.
Ningún otro comentario fue hecho... no hasta que después de unos kilómetros recorridos y con otros tantos faltantes para la ciudad, Sandra bajó la velocidad de la motocicleta y se estacionó cerca de un pequeño restaurant “Pollo Loco”. La primera impresión de Max fue que se detendrían a comer algo, pero su mente pronto le recordó que tal vez habían terminado los días de pagar por alguien que te prepare la comida.
Calor. Incertidumbre. Miedo. Esas cosas sentía Max cuando ambos bajaron de la moto y Sandra desenfundó un revolver de su cintura. La expresión en el rostro de Max debió ser cómica porque Sandra rió.
-¡Jajajaja! No te haré nada tonto. El arma es para defendernos. Necesitamos hacerlo con todo lo que nos espera... y creo que es importante que veas que significa eso.-
Al terminar de hablar Sandra le giñó un ojo a Max (o sea, cerró el párpado en el ojo derecho mientras el párpado en el ojo izquierdo seguía abierto... es posible hacerlo con algo de práctica) y busco en el suelo de la carretera por una piedra. Al encontrarla y tomarla con su mano izquierda ella dijo “Por favor” y la arrojó con fuerza hacia uno de los cristales del pequeño negocio cuyo tamaño era similar al autobús escolar. El escándalo espantó a los pájaros de los árboles en la cercanía. Sandra quedó inmóvil, esperando reacción alguna del interior del establecimiento. Max observaba en silencio.
“Grrrr” Se escuchó. Sonaba como un perro. Pero de la penumbra en el interior del lugar se dibujaba una silueta humana que caminaba lentamente. Cuando la luz cayó sobre la criatura bípeda Max contuvo el aliento. Aquello era una persona, si. Pero parecía raro que una persona que tenia un ojo colgando del rostro y que le faltara un brazo (el derecho por si tienen curiosidad) caminara erguido y sin quejarse.
-Nunca olvidaras a tu primer Zombie- Dijo ella mientras alzaba la mano que poseía el revolver y apuntaba lentamente a la cabeza de aquel ex-hombre.
Ella tenia razón, mucha razón de hecho. Max observó cada detalle. Imaginó lo que ese hombre fue antes de terminar en ese estado. Era calvo, o al menos parecía tener poco cabello. Tal vez llegó a los 50 años pues el rostro tenia arrugas, aunque era difícil saber cuales de ellas eran por vejez y cuales producto de la quijada abierta mas allá del angulo natural. Sin playera, panzón, con bello en su brazo y en el pecho, con un pantalón de mezclilla roto y un zapato faltante. En resumen repugnante.
Un chorro de sangre salió por detrás de la cabeza del ser asqueroso al tiempo que un sonido fuerte como trueno se escuchó. La cosa cayó al suelo boca abajo y la sangre parecía no dejar de salir de su cabeza. Max no podía quitar la vista de eso. La sangre era casi hipnótica. Pero no sintió miedo, asco tal vez, pero miedo no. Porque él tenia una ventaja sobre los Zombies, él tenia a Sandra en su equipo.
-Parece que es un virus similar a la rabia que también pudre los órganos.- Dijo Sandra al tiempo que bajaba su mano y guardaba el revolver en su cintura.
-Se presenta en la saliva del infectado...nunca dejes que te muerdan o terminaras igual en poco tiempo. Les llamamos Zombies porque es la manera mas sencilla de entender el concepto-
Max asintió con la cabeza, de inmediato entendió que ahora su condición era la de sobreviviente. Sandra continuó.
-No sabemos como el virus pudo infectar a tantísima gente en tan poco tiempo. Tal vez ya estaban enfermos desde antes y los síntomas por fin se manifestaron, no lo sé. No hubo tiempo para los estudios necesarios, solo podemos suponer. La única forma de matarlos es eliminando la cabeza, parece que el virus también les da capacidad de actuar mas allá de sus límites físicos- En ese momento Sandra alzó la vista y miró a Max directo a los ojos y una leve sonrisa se dibujó en su rostro
-Pero hay esperanza. No todos han caído enfermos, alguien que conozco en la ciudad me informó que hay un grupo de resistencia, un grupo de gente que no ha caído en anarquía y que logra llevar un refugio para quienes hemos sobrevivido. Ahí es a donde vamos- Con un brillo en los ojos y esa tierna sonrisa en el rostro Sandra regresó a la motocicleta indicándole a Max que era hora de continuar. Ambos continuaron el viaje. Pero uno no es ninguno y a nuestro dúo le esperan hordas y hordas de Zombies en su camino al corazón de la ciudad. Mientras tanto, al abrazar a su protectora, Max por ahora sentía algo que no había sentido en todo el día: Se sentía seguro.
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