23 abr 2010

Max en el fin del Mundo. Capítulo 3


Max en el fin del mundo, es una historia de ficción narrada principalmente en tercera persona, que narra como Max, despertó un día, sin recordar nada a un lado de la carretera. Pronto descubrirá como ya nada es lo mismo y como deberá confiar en personas que jamás ha visto en su vida.


El archivo original en formato de Microsoft Word, puede descargarse desde aquí



-Max en el fin del mundo-

Capitulo 3: Supervivientes

“No le hagas caso a como camino
ni tampoco atiendas a mi cuerpo podrido
se que mi figura ha cambiado contigo
y me has convertido nena en algo distinto...
Ya no quiero despertar y saber que no estás aquí”

Fenómeno Fuzz - Zombie-

6 de Junio de 2010

En la amigable ciudad de Tenochtitlan un Zombi toma el sol de medio día. Camina con sus tenis sin suela y la poca ropa que le queda. El incomprendido monstruo sólo busca un poquito de comida. Algo le dice que debe caminar en dirección hacia aquel Oxxo. No está seguro porque, pero el hambre lo envía en aquella dirección. Sus podridos ojos ven la misma tienda que él conoce ya desde hace tiempo, sus manos adquieren poder incontrolable y se alzan a la altura de su barbilla. ¿Habrá cambiado algo?. Ya había pasado por ahí más de una vez y nunca había sentido tanto apetito. Hay un aroma nuevo en el aire, uno delicioso. Además, sus amigos del barrio también se dirigen hacía el establecimiento así que decide ir hacia allá; nuestro simpático Zombi, afortunado por conservar sus dientes, sus ojos y sus uñas no es muy bueno para pensar. Simplemente no se le da, pero está seguro que sus compañeros muertos tampoco piensan muy bien, así que el único modo que tienen de comunicarse es por medio de la caminata. Cuando un hermano podrido va en una dirección, sus amigos muestran hermandad y avanzan en el mismo sentido ¡Cómo una gran familia!. Además, así es como habían logrado encontrar comida en varias ocasiones, todo gracias a la organización que les permite agruparse en hordas. Y ahora estaba seguro que encontraría un poco de comida en ese Oxxo.

Lento se acercó a la tienda, tres de sus amigos ya estaban en la entrada del local y se disponían a destrozar todo obstáculo entre ellos y la carne viva, pero no lo lograrían. A pesar de estar a la luz del día, un poderoso rayo azul atravesó la cabeza de uno de los no-muertos haciendo que cayera al suelo para nunca mas volverse a levantar. Los otros dos no reaccionaron para nada por la muerte de su compañero, en realidad los Zombis son tan tontos que ni siquiera pueden trazar lazos sentimentales. Una mano humana salió del establecimiento y tomó con increíble fuerza el cuello del segundo infectado. La mano era grande y denotaba poder, con puro ejercicio de músculos el humano separó la cabeza del bicho de su respectivo cuerpo. Un humano tan fuerte debería ser inconvenientemente apetitoso, pero el Zombi no sentía hambre por él, ¡qué curioso!.

Aquél vivo salió de la tienda y se hizo visible. Era un humano grande con rostro cuadrado y unos lentes oscuros que cubrían sus ojos. Serio. Vestido con unos pantalones de mezclilla, unas botas negras y una calurosa chamarra de piel llena de zippers. La mano izquierda del humano estaba llena de la sangre negra del Zombi que decapitó. La mano derecha humeaba de los nudillos. Sin prisa y lleno de asombrosa serenidad el humano lentamente abrió su chamarra, buscó con la mano derecha en el interior del bolsillo interno de la prenda y sacó un cigarrillo. Lo colocó en sus labios. Regresó la mano al bolsillo y sacó un pequeño rectángulo de metal que acercó al cilindro en su boca. Destapó la parte superior del objeto y creó fuego que usó para encender la punta del cigarrillo. El humano respiró con fuerza, el cigarro se iluminó en el extremo prendido y después de un breve segundo, soltó el aire dejando escapar un hilo de humo suave por la boca. El otro no muerto tocó al humano en el hombro. El gran ser vivo usó su mano derecha para tomar la mano del Zombi y doblarla con majestuosa fuerza y arrojarla en dirección del piso, logró que el muerto desviara su avance y girara sobre si mismo para caer al suelo boca abajo. El humano entonces alzo su enorme píe izquierdo y dejo caer toda su bota contra la cabeza del infectado. Pedazos de cráneo se repartieron por el asfalto. “Iugh” Dijo Alepz mientras recogía su píe y contemplaba la suela de su calzado “Parece caca”, concluyó.

-¡Max!, ven aquí y trae tu bastón de animadoras. Es hora de animar- Dice el hombre musculoso mientras se acomoda las gafas oscuras y mira fijamente al Zombi protagonista de esta introducción.

De la tienda llamada Oxxo, sale un muchacho de estatura mediana, piel blanca y nariz ligeramente grande que se asoma desde una palestina que le cubre el rostro (a manera de afgano[ok...los afganos eran....em...bueno tenía cubierta la cara con un pedazo de tela con cuadros]) y sostiene entre sus manos un tubo de metal largo.

-...no soy una animadora...- dice Max mientras observa la sangre negra repartida por el suelo. Max da un paso para atrás al descubrir con la vista el Zombi decapitado

-¡Wow!, ¿¡le arrancaste la cabeza con tu mano!? -

-Me alimenté sanamente de niño-

-....nunca fuiste niño...-

-Cierto. Cuando nací... ya era un hombre-

-...te crearon, eso es distinto..., y te crearon con músculos...-

-No seas envidioso y mata al verde-

Los “verdes”. Así les decía Alepz aunque en realidad eran más bien color marrón como la carne rancia. Según una de sus famosas historias, en Egipto les decían así: verdes. En el pasado, las momias adquirían ese color por el proceso de embalsamado. Todo muerto era llamado un “verde”, aunque no lo vemos en ningún libro porque esas cosas sólo se decían entre la gente pobre, y ellos no tienen voz en la historia (cosas relacionadas con el analfabetismo).

-...ya voy...- Max estaba familiarizado al olor a basura y putrefacción de la ciudad, pero no estaba acostumbrado aún al remate de Zombis. Ya no les temía y ya no le asustaban. Simplemente siempre dudaba. Le costaba olvidar aquel día en que despertó y la advertencia que su amiga desaparecida le dio: “nunca olvidaras a tu primer Zombi”. Mucha razón tuvo ella. Cada vez que Alepz “El viajero” le encomendaba a Max destrozar el rostro de uno de esos bichos, él veía otra vez al gordo y calvo repugnante Zombi que vio en la carretera hace ya más de un mes. Mas de treinta días había soportado Max las humillaciones constantes de su compañero no-humano, aferrado solamente a la promesa de rescatar a su amiga, aprendiendo con paciencia cada sabio consejo del llamado “viajero”. Ya no le daban asco los Zombis y ya no les temía, simplemente recordaba a Sandra cada que tenia que matar a uno.

-A la altura de los hombros Max, recuerda que debes golpear sólo su cabeza- Interrumpió Alepz el pensamiento de Max con su instrucción.

El muchacho se acercó al Zombi de dientes completos. Sostenía el tubo en ambas manos. Levantó los brazos a la altura de las orejas, movió el tronco hacia atrás y después lo dejo girar con fuerza bajando el tubo en línea vertical para conseguir golpear todo el rostro del (ahora chimuelo) Zombi.

Pero no le arrancó la cabeza. Le rompió el cuello y ahora el Zombi caminaba desorientado en círculos con la cabeza pegada al hombro.

-¿Que aprendiste hoy Max?-

-...ya sé...los Zombies frescos, no tan podridos... son difíciles de descuartizar, porque la carne es flexible y les importa un pepino si sus huesos se rompen-

-Me gusta como usas la cabeza chico ¡HA HA HA HA!-

Max sabía muy bien lo que había que hacer. Ahora que el Zombi estaba levemente herido, había que rematarlo en el suelo. Así que simplemente le puso el píe mientras caminaba en círculos y dejó que cayera al asfalto. Mientras se retorcía, Max le golpeó con todas sus fuerzas en el cráneo.

A veces se nos olvida que los Zombis fueron humanos en algún momento, su peso debe estar entre los 60 y 80 kilos en promedio, sus huesos son fuertes. No son globos de sangre. No. Son bolas de carne con peso y fuerza, Max no olvida nunca eso, así que no le sorprendió que el tubo rebotara y que el hueso de la cabeza no cediera al primer golpe. Un segundo impacto aboyó la cabeza del no-muerto, lo suficiente para que dejara de moverse.

-La naturaleza nos da a todos algo en que recostarnos... lástima que un día caeremos muertos sobre eso-

-...mmm...tu nunca morirás..., supongo que es una de las ventajas de ser tú...-

Alepz se acomodó la chamarra de piel y dijo “Vamos” mientras comenzaba a caminar. Ya tenían las provisiones necesarias y regresarían a la seguridad del refugio. Una cosa curiosa cuando vives entre Zombis por mas de 3 semanas, es que no te da tiempo de pensar o de valorar las cosas. Tampoco es que se trate exactamente de unas vacaciones, simplemente hay otras cosas en que pensar. ¿Es seguro ir al baño? ¿Tengo suficiente agua potable? ¿Es un buen día para ir en busca de provisiones?

Su guarida estaba un poco lejos, Max soltó el tubo de metal por ahí, se quitó la palestina de la cabeza, y mientras andaban (...aunque esto de recolectar víveres ya era de rutina...) Max por fin se dio el tiempo para comenzar a recordar lo aprendido en ese tiempo:

“Hay tres tipos de hombres, unos aprenden leyendo, otros aprenden observando. El resto debe orinar en la vaya eléctrica para aprender” Eso lo había dicho Alepz, por supuesto; fue de las primeras lecciones que me dio. Por suerte soy muy buen observador.... algo callado tal vez, pero bueno observando.

Caminaban bajo el sol por una calle desolada, libre de Zombis. Ya habían registrado todas las casas de la zona y las tiendas. El Oxxo estaba lejos pero tenia bastantes provisiones (más de las que podían cargar) y por eso habían tenido que ir hasta allá. Max seguía pensando en su respetable amigo.

Le dicen “El viajero”. Dijo que ha atravesado todos los continentes y por eso siempre tiene algo interesante que decir.... mmmm...veamos... atribuye mucha espiritualidad a los egipcios, dice que los cowboys le enseñaron a ser hombre, que en el mar le dijeron como vivir la vida, que los japoneses lo orientaron en el arte del respeto a la naturaleza y que muchos de sus viajes no me los puede contar por ser incongruentes. Ese es Alepz, el gran viajero. Me gustaría ser como él, me ha enseñado mucho sobre los Zombis y sus hordas, sus hábitos y debilidades, me pregunto si un humano como yo podrá llegar a conocer tanto.

Un humano. Si. Eso soy yo, pero él no. Fue en algún día de la primera semana … Tuve problemas para dormir todo ese tiempo y escuché un sonido cerca, pero el miedo me congeló. Esa noche aprendí que “Todo ruido merece ser examinado”. No hice lo debido, no examiné. Cuando me di cuenta el Zombi estaba a un paso de mí, y de no ser que Alepz sintió mi sobresalto... es más, de no ser porque me enseñó que debemos dormir juntos precisamente para ese tipo de situaciones en que la agitación de uno (o el infortunio de uno) despierta al otro...yo no hubiera sobrevivido porque eso fue exactamente lo que pasó. Lo único que pudo hacer Alepz fue protegerme con su enorme brazo. El problema fue que la piel de mi amigo recibió la dentadura babosa del poseso, lo habían mordido. Yo no lo podría creer, ¡Habían mordido a mi amigo! Creí que no habría salvación. Alepz sería un Zombi y yo no podría sobrevivir por mi propia cuenta. Pero mi compañero soltó un manotazo en la quijada del poseído y con la descomunal fuerza que tiene, la cabeza del dientes babosos rodó por el suelo. Lo primero que hizo Alepz fue salir de la trinchera donde estábamos y revisar a sus alrededores. Nos encontrábamos en el edificio donde él apareció. Aquel que fue destrozado producto de la explosión que el llamado “Sam” había provocado con pisar un extraño cable aquel día en que Sandra fue raptada. Un viejo edificio de departamentos que ya no tenia departamentos. Ahí había estado Alepz enterrado junto a una Rockola. A veces ni yo me lo creo... de acuerdo con la historia de él, cuando la explosión tuvo lugar pudo salir de su prisión … que se encontraba debajo de un edificio común y corriente. Cuando Alepz vio mi cara extrañada e incrédula por escuchar eso lo único que dijo fue “...con el tiempo lo entenderás... ¡HA HA HA HA!”, está loco, bueno...al menos me ha enseñado muchas frases rudas para decir.

Pero en la noche del dientes babosos Alepz me contó su mejor historia, no la hubiera creído de no ser que yo mismo vi los chips en el interior de su brazo. Cuando lo mordieron por protegerme lo que salió no fue sangre... no salió nada mas que chispitas y circuitos. Aja...circuitos...Alepz no sería un Zombi nunca porque no es humano...es un Cyborg. Lo que me contó mientras revisaba que ningún cable importante de su brazo hubiera sido destruido fue que un científico loco llamado “Toshi” lo había construido con tecnología inédita para combatir a los Zombis. Sé que Alepz es un Cyborg, de eso no cabe duda, pero su historia no me la creo...algo tienen los robots que no saben mentir...no se que sea... pero algo en su cara, gestos y ojos los convierte en terribles mentirosos. Y esa Rockola con la que compartía subsuelo algo especial debe tener, pero no imagino que... ahora que lo pienso...nunca le he preguntado cuando fue que lo enterraron, tuvo que ser después del brote de Zombis, de lo contrario no sabría tanto de ellos. Además, de acuerdo con Sandra la plaga tenía un mes mas o menos de haber empezado, ¿en sólo un mes de ocupación Zombi Alepz viajó por todo el mundo?...¿cuándo fueron sus viajes realmente?...¿cómo sabe tanto de Zombis si estaba dormido cuando empezó la invasión?...Tampoco entiendo esa manía suya de portar una chamarra de piel, según yo el calor le hace daño a sus procesadores.

Como bien dijo Alepz “Con el tiempo lo sabrás”, sabias palabras por cierto, pues todas las preguntas en la mente de Max se resolverían al avanzar la aventura. Por ahora los héroes caminaban, iban de regreso a su nuevo refugio, uno que encontraron hace unos días: una tienda de abarrotes. Era perfecta, tenia un enrrejado de metal que detenía a los Zombis y los héroes podían dormir en paz. Ya estaban a muy poca distancia de la zona llamada antiguamente “La lagunilla” así que Alepz tuvo la idea de dejar una señal, en caso de que algún sobreviviente apareciera por la zona. De acuerdo con el Cyborg, lo que Sandra había dicho era real, había sobrevivientes atrincherados en el tianguis de la Lagunilla. Hacía allí debían llegar para dejar a Max y que el robot pudiera partir al rescate de la chica y exterminar a los Zombis y a los misteriosos hombres en negro.

Los hombres en negro... nunca me ha querido decir quienes son. Dice que cuando todo termine me explicara todo. Yo le creo, los robots no saben mentir y cuando me dice eso descubro sinceridad en su rostro. De todas formas no es de muchas palabras. Andar por ahí con un robot es como estar al lado de una tumba. No platica nada, absolutamente nada, siempre hay silencio entre los dos. Ya sea descansando, en vigilia o comiendo. Todo lo que sé de él es por pequeñas frases que dice, casi siempre dice cosas estilo “Los cowboys te hubieran disparado por hacer eso” o “No pongas las manos así, es falta de respeto para los japoneses”. Lo bueno de eso es que a veces me sorprende cuando dice algo tipo “Licuado de Zombi, mi favorito” mientras metía la cabeza de un bicho en una licuadora encendida, o aquella vez de “Que se haga la luz” y arrojó a dos Zombis a unos cables de alta tensión. Jeje... cuando lleguemos a la Lagunilla me debo quedar ahí... me gustaría ir al rescate de Sandra pero después de hablarlo mucho con Alepz, lo mejor será si me quedo. No tengo la fuerza que él tiene y sólo le estorbaré. Además él tiene esos rayos láser que dispara de su puño. De hecho, no se porque me ayuda tanto. Lo más fácil era dejarme morir solo e ir a salvar el mundo. No le he preguntado el motivo de su ayuda, tal vez si se lo digo se de cuenta de su error y me abandone.

Mientras repasaba esas palabras en su mente, doblaron la esquina final para llegar a su refugio y vieron que había dos personas examinando el área. Humanos, y no vestidos de negro. Parece que la señal de Alepz funcionó. Particular modo de llamar la atención debo decir (Crucificó a un Zombi....de cabeza...y le prendió fuego). Las personas estaban hipnotizadas por la “señal” así que Alepz tomó la iniciativa.

-¡Hey!, ¿Les invito un taco de Zombi?- (Los tacos eran una comida típica mexica...luego les cuento...eso de la tortilla y la carnita me da flojera explicarlo).

-qui... qui... ¡quieto!...¡quietos!- Tartamudeó y casi gritó uno de los jóvenes ahí frente al monumento.

Max no dijo nada.... leía con los ojos a aquellos hombres. Alepz ya le había advertido, una noche durante la cena, al lado de una fogata le dijo “El día que contactemos a otras personas, no digas nada, déjame hablar a mí. Los humanos pueden ser mas peligrosos que los Zombis, el miedo los embrutece. No te pierdas la oportunidad de quedarte callado” Así que el gran héroe de la humanidad se limitó a ver. Confiaba tanto en su mecánico amigo que ni siquiera temió cuando aquellos hombres empuñaron sus armas: escobas con un extremo cubierto de alambre de púas. Nada sorprendente, de hecho, Max esperaba un comportamiento así. Lo que no esperaba...bajo ningún contexto... era el uniforme de aquellos tipos. No, no eran militares. Tampoco policías, bomberos, médicos, astronautas, buzos o mariachis (sin preguntas por favor). No. Ellos eran futbolistas. ¿Recuerdan lo de la música Surf?. Por si el Cyborg no era suficiente caos, creo que a partir de este punto la historia explota por completo. Max no comprendía aquel uniforme...el arma improvisada y la armadura tal vez, espinilleras en las piernas, casco y hombreras de fútbol americano, guantes de portero, ¿pero los tacos, calcetas largas (rojas) short y playera de la selección oficial de Tenochtitlan?...¿qué tiene de útil eso en medio de una catástrofe como la que vive la ciudad?

Con las escobas apuntando a Max y Alepz, uno de los hombres gritó:

-¡No se muevan ni digan nada! ¡Identifinquensen!-

- ...-

- ... -

-¡Qué se identifiquen!

-...dijiste que no dijéramos nada...- se atreve a decir Max cuando se da cuenta que su amigo electrónico no puede hablar, la instrucción ilógica seguramente lo trabó.

-¡Oh bueno yo namás les digo, somos del Sacro Imperio Lagunillero Pambolero, y deben ser secuestrados bajo nuestra ley por sus humildes servidores-

-no wee, no es secuestro... nomás son prisioneros- Interrumpe el segundo hombre, al tiempo que bajaba su lanza-escoba-con-alambre-de-púa y empuja a su compañero con la palma de la mano

-¿y eso que es? nos los tenemos que llevar, ¿no? ¿y eso qué es? Un secuestro ¿no?- Interrumpe el primero al segundo de ellos.

-No we son prisioneros-

-Oh ps es lo mismo-

-Que no-

-Que sí-

-...esta bien, seremos sus prisioneros...- Dice Max

-¡Que no digas nada!-

-ya vámonos wee-

Uno de los tipos empuñaba su lanza amenazadoramente (aunque Max no tenía nada de miedo, el plan era llegar a la Lagunilla...) y el otro sacó un par de viejas cuerdas con que amarrar las manos de los héroes. Después de eso no hubo mucha plática. Caminaron por mas calles desérticas. En una ciudad de Zombis encontrar calles abandonadas no es común, este fenómeno lo había explicado Alepz con la teoría de las hordas. Los Zombis se siguen los unos a los otros, así que con el tiempo se transforman en grandes hordas de carne podrida, como enormes piedras de carne que ruedan de manera errante por la ciudad. Lo que Max vio con Sandra minutos antes del secuestro fue: una horda.

Para fines prácticos eso significa que hay que saber detectar las zonas en que temporalmente están concentrados los monstruos para evitarlas y transitar en aquellas en donde ya no están. Por esa razón se habían refugiado en esa área, y de acuerdo a las predicciones de Alepz, ahora que la marea es baja y estando tan cerca de la Lagunilla, con una señal visible lograrían el contacto. El Cyborg tuvo razón y ahora caminaban por unos callejones con esos habitantes del “Imperio” de la Lagunilla.

Llegaron a unas calles muy estrechas, entraron por unas casas abandonadas, cruzaron algunas ventanas y salieron a unos barrios con calles todavía mas estrechas. Era claro que ningún Zombi podría descifrar tal laberinto. Llegaron a una casa grande, cruzaron la puerta abierta, subieron escaleras. Siguieron por un pasillo en donde había sangre en las paredes de mosaico azul, salieron a una terraza y bajaron por unas escaleras exteriores que los llevaron al patio central de aquella casa enorme. Una de las habitaciones de la casa había colapsado hacía el interior del suelo, a causa de un hoyo. Uno muy similar a los que conocía Max. De hecho, misteriosamente idéntico. Llegaron a la orilla de aquella fosa de perfectos 3 metros de diámetro y bajaron en espiral por la escalera grabada en las orillas del túnel. Al llegar al fondo, también había botoncitos que daban luz roja. Estaban “a rojas”...

-¿...ustedes hicieron estos túneles...?

-Nel nada más los usamos de vez en cuando, quien sabe de donde salieron pero hay por todos lados-

La pregunta de Max no resolvió nada. Ahora los túneles formaban parte de la enorme lista de misterios de nuestro héroe. Alepz no decía nada, normal en él. “Soy muy malo con las palabras, y mis puños sólo saben monosílabos” alguna vez dijo el robot.

Avanzaron bajo tierra a través del túnel subieron por la pared del mismo de la exacta misma forma en que habían ingresado. Salieron del túnel a unas calles demasiado delgadas como para que pudiese entrar un auto de tamaño convencional. A sus espaldas había una sólida, ancha y alta muralla, que obstruía por completo el paso. La muralla estaba construida con todo tipo de muebles, algo curioso, muebles elegantes. Camas, sillones, mesas, refrigeradores, lavadoras, roperos, etc. Todos apilados tan meticulosamente que ni un rinoceronte podría pasar.

-Ya mero llegamos-

Caminaron muy poco sobre la calle. Todo edificio a la vista era negocio con la típica reja corrediza de metal. Se detuvieron en uno. Los futbolistas tocaron tres veces de la siguiente forma: golpe-golpe-pausa-golpe.

-¡Santo y señiaaa!- Contestá una voz desde el otro lado de la cortina de metal.

-¡Acá su... delantero.. reportándoseee! ¡Piinche gordo!

La reja se levantó. Detrás de ella un hombre alto y pesado, muy pesado. También vestido de futbolista y con la armadura sacada de alguna tienda de deportes. Se comenzó a escuchar el murmullo colectivo de varías personas.

-traigo unos prisioneros y van derechito a la prisión-

-see pásale-

Entraron al pequeño ex-local y descubrieron que el muro interior estaba derrumbado. Lo cruzaron y salieron a mas calles pero está vez la vista era completamente distinta. El murmullo de voces se convirtió en un niños jugando fútbol, en señores jugando cartas en las banquetas, en mujeres cargando cubetas llenas de ropa y conversando. Max estaba perplejo. Ahí, en medio de todas esas calles había civilización. Los “soldados” los siguieron guiando a lo largo de la calle. Alepz no hacia ningún gesto.

Vieron un pequeño grupo de sujetos también vestidos con uniforme de fútbol, también con escobas terminadas en alambre de púas. Era claro que estos futbolistas forman parte el ejercito del imperio.

Llegaron a la puerta de un HOTEL GARAGE. Entraron y en el lobby algunos “soldado-futbolistas” registraron a Max y Alepz en busca de armas. Primero les quitaron las cuerdas de las manos y los pusieron contra la pared, esculcaron las bolsas y la ropa de nuestros héroes, le arrancaron a Alepz su chamarra de piel, pero no encontraron armas. Claro, con Alepz al lado, nadie necesitaría un arma. Era un lugar hostil, muchos soldados los veían de cerca. “Estos van pal cuartito” dijo alguien por ahí. Max tenía miedo de que la situación se volviese peligrosa, claro que Alepz vencería en tal caso, pero él tendría que buscarse un lugar para esconderse mientras el Cyborg elimina a todos. Así que Max observó con detalle los rincones del lobby. Un lugar pequeño, sucio y con un mostrador como único mueble.

El hotel en mal estado, poseía escaleras que llevaban a cualquiera de los 4 pisos en el edificio. En ese momento, un par de sujetos de mas de 40 años de edad, gordos, feos (no muy diferentes de los Zombis) y con uniforme de policía aparecieron de la oscuridad de las escaleras y tomaron a Max y Alepz del brazo “Nosotros nos los llevamos” dijo el más calvo de los dos a aquellos futbolistas que llevaron a los héroes hasta ahí, quienes después de entregar al cyborg y al niño, salieron del hotel sin que ningún tipo de despedida fuese necesario. Los policías feos y grandes pusieron una capucha sobre el rostro de nuestros héroes, los llevaron por las escaleras y hasta el último piso del hotel. Max no veía nada. Sólo escuchaba los pasos de las cuatro personas: los dos policías, Alepz y él.

-Si cooperas esto no va a tardar mucho. Lo que prosigue ahorita es el interrogatorio y después de eso ya se te asigna un cuarto que estará vigilado las 24 horas para cualquier cosa que se te ocurra-

Una puerta se abrió, cualquiera lo sabría por el rechinido que atravesó el aire del lugar. Los héroes fueron empujados hacia dentro y las capuchas les fueron retiradas inmediatamente. Max esperaba una cámara de tortura o algo así, pero en su lugar vio a un hombre joven mirando la ventana. Cabello chino y largo. La luz del sol entraba gloriosamente y alumbraba con delicadeza al muchacho que también estaba en uniforme de fútbol pero algo diferente. No tenía una de esas playeras comunes que portaban los soldados de la calle. No. Este sujeto tenía una playera original del Barcelona (un equipo antiguo) y una bandera del mismo equipo sobre los hombros a manera de capa. El sujeto miraba concentrado por la ventana, perdido en algún rincón de su mente. Los policías ahí estaban también, a espaldas de Max y Alepz. El mas calvo de los azules tosió a proposito.

-¡Ah si! Perdón- Dice el muchacho de cabello chino, posando la mirada sobre nuestros héroes y dejando florecer una amistosa sonrisa de la cara y con voz alegre dijo:

- ¡Hola! Bienvenidos sean al Sacro Imperio Tianguero Lagunillero. Mi nombre es Zael y soy el rey del lugar-

Los ojos de Max se abrieron más de lo usual y en su mente escribió:

¡Frijoles saltarines! ¡Es el amigo de Sandra!.

Si. Alepz le enseñó a maldecir así.

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