17 sept 2009

El joven erudito.


Sucedía en una tarde normal, que el joven de los cabellos lacios, largos y caídos hacía el frente, caminaba por la calle como cualquier otro día. Hacía ya 3 meses que no sabía nada de su hermano; había vivido desde entonces con su primo, ese otro joven de cabellos lacios pero cortos y con esa mirada de rencor. Fue esa tarde cuando por fin después de mucho pensar, entendió las razones por las que su hermano, se había ido sin decir nada y sin despedirse de nadie. Desde que su primo llegara, el joven ya no prestaba atención a su hermano, si el primo decía “robemos” el joven ayudaba al primo a robar, si el primo decía “comamos” entonces el joven y su primo comían. Este joven, ya no prestaba atención de su hermano que le decía siempre: “no robes, robar es malo” “no comas, aun no es hora de la comida”. Fue entonces que después de mucho perder la paciencia, seguramente el hermano se había marchado sin más que decir.

Entonces el joven quiso recordar. ¿Cuándo y de donde había llegado su primo? No lo recordaba de la infancia, no lo recordaba de la adolescencia, simplemente un día llego. ¿De dónde?
Iba camino a casa de su madre, tal vez ella sabría decirle de donde había venido ese extraño, al que ahora todos conocían como el primo de aquel joven de los cabellos lacios, largos y caídos hacía el frente.
Llego a casa de su madre cuando el sol aun no llegaba a lo más alto del cielo. Lo recibió en la puerta su abuelo, el anciano de los ojos blancos y el cabello gris y chamuscado. Se saludaron rápidamente y el joven subió a saludar a su madre. A ella la encontró en el piso de arriba, a la señora de los cabellos rizados, la tez morena y los ojos negros. La saludo afectuosamente y le comunico su inquietud.

“Madre” le dijo “dime de donde ha salido ese primo mío que ahora vive en mi casa como si fuera la suya, que ahora come de mi comida como si la hubiera preparado el, que ahora se baña con el agua que yo me encargo de conseguir en los pozos. De donde salió madre, ese primo mío que no recuerdo de ningún lugar que tú me hayas llevado cuando un niño pequeño era yo.”

“¿Es que no recuerdas hijo?” contesto la madre angustiada “a ese primo tuyo, lo llamaste tú. Aquel día que el hijo del gobernador te hizo aquella tan desagradable mala jugada, desesperado estabas y no escuchabas a tu pequeño hermano, entonces lo llamaste tú, y ese primo tuyo vino en tu ayuda sin más que preguntar, y de encima te quito a todos aquellos que te molestaban, pero no se ha ido, no se ha ido por que vino para quedarse”

“No madre, no” contesto el joven con lagrimas en los ojos “dices cosas sin sentido hermosa madre, has dicho de mi pequeño hermano, pero mi hermano nunca ha sido pequeño, siempre ha sido grande y poderoso, como es que tu dudas de su majestuosidad.”

“Estas dudas hijo mío que en tu mente se regocijan, no las puedo responder yo, esto es lo que has de hacer. Has de subir el monte siempre vivo y buscar por el gran erudito, el contestara tus inquietudes.”
“Aquel erudito dices sin pensar madre. Es ese erudito del monte siempre vivo, aquel que hizo que el hijo de la señora de los cabellos cortos y quebrados, el joven de la sonrisa lastimada, se suicidara.”

“Poco puedes entender” contesto tranquilamente la madre “Ya que ese joven de la sonrisa lastimada se suicido, no por ordenes del erudito del monte siempre vivo, se suicido por que aquellos consejos que el erudito en su extrema sabiduría, le dio, no pudo seguirlos y entonces su vida dejo de tener sentido para el.”

“¿Y si es que mi vida no tiene más sentido madre? ¿Entonces terminare terminando con ella, así como aquel joven de la sonrisa lastimada?”

“En esos asuntos yo no tengo poder, pues de el joven nadie es dueño, hace lo que quiere, cuando quiera. Mi función de educarte ya ha sido terminada, hagas como hagas, las inquietudes que tienes yo no puedo contestarlas, por eso es que te envío con el erudito del monte siempre vivo.”

Y así fue que la señora de los cabellos rizados, la tez morena y los ojos negros; envió a su hijo, el joven de los cabellos lacios, largos y caídos hacía el frente, en dirección al monte siempre vivo, para que buscara las respuestas que ella no había podido darle. Pero la señora de los cabellos rizados, la tez morena y los ojos negros había mentido. Pues ¿Qué madre no sufriría la pérdida de un hijo? Pero al mismo tiempo ¿Qué madre no espera que su hijo tenga todas las respuestas y el conocimiento que este, espera obtener? Así que la señora de los cabellos rizados, la tez morena y los ojos negros, decidió enviar a su hijo con aquel erudito, aun sabiendo que podía ser la última vez que lo viera con vida.

Sucedió entonces que el joven de los cabellos lacios y largos, caídos hacia el frente, camino por el camino largo y empedrado, aquel camino que solo los valientes se atreven a cruzar. En el camino adverso, se encontró con espinas, y con aquello a lo que todo hombre teme; eso que muchos dicen no temer, que muchos dicen que es mejor que su contrario; aunque cuando la muerte llega y nos lleva al otro lado, todos los que dicen eso se arrepienten pues, desearían más que nada evitar esa condición. ¿Y a que me refiero? ¿Con que se encontró el joven de los cabellos lacios y largos, caídos hacia el frente? Con La Soledad. Algunos muchos dicen que, desolado y sin esperanzas nuestro joven se tumbo al lado del camino, rodo por el césped y termino muy lejos de la ruta empedrada, que lejos y perdido; el joven lloro incontables noches y días enteros, clamando por que alguien lo ayudase, y que entonces murió; y que aquel que regreso del monte siempre vivo no fue el. Otros dicen que es bien cierto que tropezó y que rodo por el césped, pero que se levanto y caminó una vez más y se encontró con el erudito, quien le enseño todo lo que pudo; y aquel que regreso del monte siempre vivo no es el, pues nuestro joven se quedo lejos, mas allá donde las cosas ya no tienen nombre y donde la imaginación ya no es suficiente.

Pero aquí se contara lo que realmente paso, esa historia increíble que hace que todas las anteriores sean tan ciertas como mentira, esa historia que nos enseñara que el mundo es tan pequeño como grande y enseña tan poco que se quiere vivir más.

Pues es que el joven de los cabellos lacios y largos, caídos hacia el frente; en verdad cayó por la ladera junto al camino y se extravío en ese frondoso bosque de los sauces llorones. Y fue en esa larga caída, que pensó nuestro joven que moriría y que sus esfuerzos, ese largo camino lleno de ilusiones destrozadas y esperanzas perdidas, que las heridas de sus pies; no habrían valido la pena. Y una vez que se extravío en ese largo bosque, fue que se encontró con el anciano perro de delicadas facciones y de ojos de bebe. Y aquel anciano perro le enseño el camino de regreso a la ruta empedrada, juntos llegaron una vez más al camino, y ya no se sintió solo nunca más. Y es que ese perro de las facciones delicadas y los ojos de bebe, era un espíritu perdido que como nuestro joven, buscaba las respuestas de aquel anciano erudito, y que también cayó por la ladera del camino y rodo por el césped hasta el bosque frondoso de los sauces llorones, y convenciéndose a el mismo de que era un inútil y que su vida ya no tenía sentido, se quedo perdido y muerto de hambre hasta que se convirtió en perro. Y convertido en perro, sintió que era inútil aun más que antes, y que estaría solo para siempre, pero cuando se encontró con el joven de los cabellos lacios y largos, caídos hacia el frente, se dio cuenta que su transformación en perro había sido no menos que una gran bendición, no menos que aquel gran salto que le hacía falta para completar su destino; pues es que juntos los dos compañeros, caminando por el gran camino de las piedras, no se les ampollaban los pies, ya no se sentían solos, ya no eran inútiles ni había menos esperanza que antes de partir. Y entonces después de un tiempo incalculable, de llantos que no se escribirán de ninguna manera, fue que nuestro joven y su compañero el perro; llegaron por fin a la ladera del monte siempre vivo. Y entonces lo subieron sin problemas pues juntos no había quien los detuviera, y cuando el sol se ocultaba en el día que se cumplían los 20 años de que se hubieran conocido, el perro levanto la cara hacia el joven y le dijo:

“He de irme pues ahora, mas ya nada puedo hacer; he cumplido mi destino y soy feliz. Pero tú, hermano mío, has de ver al hombre que se encuentra detrás de este pequeño camino que atravesamos juntos durante estos largos años”

“Me extraña que digas estas cosas hermano” le contesto el joven “pues es que este no ha sido un pequeño camino, hemos tropezado y caído los dos después de llantos y de soledad, y nos hemos encontrado después de habernos ampollado los pies, eso no puede ser un pequeño camino”

“Pero lo es” repuso el anciano perro con una cara de sabiduría “lo es sin embargo hermano, yo aquí he de morir, feliz porque al final; mi destino era ayudarte a llegar aquí, y lo he logrado y soy feliz. Observa pues el lado de la montaña, detrás de ese arbusto que se alza por sobre toda la demás vegetación de la montaña, ahí encontraras al erudito del monte siempre vivo; ahí obtendrás tus respuestas, yo no me despido por que nos volveremos a ver; no ahora ni en nuestra muerte, nos veremos cuando, después de que todas las respuestas hayas encontrado, después de que la muerte hayas experimentado, te des cuenta que el tiempo es corto y que aun con todas las respuestas, se generaran siempre más preguntas que no tendrán respuesta. Y entonces querrás volver a vivir, y ahí entonces hermano mío, nos veremos. Adiós”

Y diciendo esto el perro se recostó como cuando se va uno a dormir y cerró los ojos, entonces nuestro joven supo que estaba muerto y continuo su camino una vez más en soledad. Y una y otra vez lloro la soledad que sentía. Y una y otra vez se sintió caer por la montaña, pero entonces recordó lo que su hermano le había dicho al morir y recuperaba las fuerzas. Hasta que al caer la noche alcanzo por fin el arbusto gigantesco que se alzaba sobre la vegetación de toda la montaña, y ahí había una cueva, y el joven de los cabellos lacios y largos, caídos hacia el frente, entro en ella y con las manos palpaba las paredes de la caverna pues estaba ciego de dolor por haber perdido a su hermano. Y entonces la luz le ilumino los parpados que aun tenía cerrados, y abrió los ojos y observo al mismo sol de frente en un gran valle lleno de vida, y en el centro se encontraba sentado un anciano en posición de loto con los ojos fijamente puestos en el joven. Y este último se acerco con cuidado pues tenía miedo de que la sabiduría misma lo viera llorando. Y una vez que se encontró frente al gran erudito, ese anciano le pregunto:

“¿Has aprendido todas tus lecciones antes de llegar aquí?”

“Si, gran erudito” contesto el joven en señal de reverencia.

“Entonces por qué lloras tan desconsoladamente que temes que yo te vea haciéndolo, eres el único que ha llegado aquí, y eres el único que lo ha hecho aprendiendo en el camino”

“Lloro porque he perdido a mi hermano, gran erudito”

“¿A cuál de los tres?”

“¿Tres dices, gran erudito?”

“Así es, debes haber perdido a uno, o a dos; mas no a los tres.” Y entonces el joven recordó por que había llegado hasta ahí, buscando las respuestas a todas sus preguntas, buscando la respuesta de donde se encontraba su hermano el que había sido despreciado en nombre del primo de los cabellos lacios pero cortos y con la mirada de rencor, y quería saber también a que se había referido su madre cuando le dijo que él había llamado al primo. Y entonces se había hecho de otro hermano en el camino, aquel anciano perro de las facciones delicadas y los ojos de bebe.

“He buscado en mis recuerdos, gran erudito, y he encontrado respuestas, y más preguntas.”

“Dime pues hijo mío, cuáles son tus preguntas.”

“Pues quiero saber gran erudito, donde esta mi hermano el que ha sido despreciado en nombre del primo de los cabellos lacios pero cortos y con la mirada de rencor, que llego sin avisar”

“¿Es eso lo único que quieres saber hijo mío?”

“No, he ido a ver a mi madre antes de emprender este largo camino, o como decía mi hermano recién muerto, este pequeño camino; y mi madre me ha dicho que yo he llamado al primo pidiendo ayuda en contra de un vecino que me había faltado al respeto”

“¿Y es que no recuerdas nada de lo que paso?”

“No”

“Entonces yo te lo contare, pero has de saber que probablemente mueras al escucharlo, pues la culpa te hará el corazón de piedra y el espíritu se te marchitará”

“Pues entonces he de aceptar la culpa”

“Y entonces ¿no recuerdas que hace varias edades que el vecino te falto al respeto, culpaste pues a tu primer y menor hermano, aquel de los cabellos rizados y de la tez morena con los ojos de bebe? ¿Y no recuerdas que en tu ira culpándolo te le abalanzaste con cuchillo en mano e impunemente lo asesinaste? ¿No recuerdas que entonces al ver la gran falta que habías cometido, utilizaste todos los medios que tenias a tu alcance para renovar la compañía perdida del niño al que injustamente acababas de asesinar a sangre fría? ¿No recuerdas tampoco que, entre llantos llamaste tú al primo de la mirada rencorosa para que te ayudara a cobrar venganza sobre el vecino que te había faltado al respeto? Y entonces respondo a tu pregunta, tu hermano el remplazo del niño muerto, está perdido en algún lugar más allá del monte siempre vivo, y que si lo quieres tendras que ir a buscarlo, si es que puedes. Yo no diré más por esta ocasión.” Y el erudito se sentó tranquilamente una vez más, en posición de loto y cerró los ojos.

Fue en este momento que el joven se sintió culpable y pensó en rendirse sin más que hacer, pero no lo hizo pues en honor al pobre niño asesinado, debía continuar.

Poco se puede decir de lo que hizo una vez que atravesó las fronteras del monte siempre vivo, pues las cosas en ese lugar ya no tienen nombre y son maestros de sabiduría que jamás nadie entendería. Pero lo que si sucedió es que el joven de los cabellos largos y lacios, caídos hacia el frente, regreso a casa de su madre con su hermano el mayor, y su madre lloro de alegría y después sonrió increíble y bellamente hasta el día de su muerte.

El joven y su hermano entonces entraron a su casa y con todo lo que habían aprendido en aquel lugar que no tiene nombre, destronaron al primo rencoroso. Y es aquí donde nuestro joven perdió la vida. Pero su hermano vivió entonces como él, y fue él, y el mundo lo reconoció siempre como el joven de los cabellos lacios y largos, caídos hacia el frente.

Y el final de esta historia dice, que después de muchos años, el joven entonces regreso al monte siempre vivo y se sentó junto al erudito hasta que este ultimo decidió abandonar el mundo y nuestro joven, o hablando literalmente, su remplazo, se sentó a ver el sol por la eternidad, hasta que regresaron sus 3 hermanos y juntos abandonaron el mundo.

ESTE CUENTO NO TENDRA ANOTACIONES. [LR]

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